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Actualizado: 22 de junio de 2025


Pero a lo mejor cambia el viento y vuelve a ser la misma chica alegre y bulliciosa de siempre. Claro está que desde que es religiosa ha mudado mucho; se conoce que la pobre procura dominarse. Pero como, según dicen, genio y figura hasta la sepultura, cierto modo de hablar desenvuelto y alegre, que a usted le habrá sorprendido en una monja, no ha podido reformarlo.

La bulliciosa alegría que rebosa por todas partes en la animada capital de Francia, contrasta de un modo singular con la fria y reservada gravedad de Lóndres. En el momento de llegar á Calais ó Boulogne, comienzan á divisarse las nebulosas costas de Albion. La travesía de Paris á Lóndres, que se verifica en el brevísimo término de doce horas, es agradable y fácil.

Susana era bulliciosa y alegre; Valeria, tranquila y melancólica; la ligereza y vivacidad de una hallaban compensación y freno en la sensatez y reposo de otra: lo que al parecer debiera separarlas era precisamente lo que les unía. Pero aún estaba su amistad asentada en fundamento más firme.

La gente menuda del pasaje fue la única que corrió bulliciosa al escuchar este primer anuncio de la fiesta. Niños y criadas marchaban al frente de la banda, admirando los disfraces con que se habían cubierto los músicos en honor de la grotesca solemnidad; sus caras con chafarrinones de almagre y sus narices de cartón.

La juventud estudiosa de Filipinas no es muy bulliciosa ni bullanguera; va como preocupada; al verla cualquiera diría que delante de sus ojos no luce ninguna esperanza, ningun risueño porvenir.

Estaban las tres, como digo, graciosísimas y sin comparación más guapas que en las tertulias. La libertad permitiéndoles una alegre y bulliciosa agitación, había impreso en sus mejillas frescos y risueños colores, y las lenguas charlatanas de las dos hermanitas llenaban con dulce y picotera música el ámbito de la estancia. La voz de Inés apenas se oía.

Continuó, pues, durante aquel día y los sucesivos, tomando parte activa en las distracciones de la bulliciosa colonia que habitaba los Genets, haciendo creer a su tía que se ocupaba a través de juegos y de risas, en profundos estudios y maduras observaciones acerca del carácter de aquellas señoritas, quienes, en realidad, lo tenían sin cuidado.

En fin, Ricardo presumía que su amada tenía más cabeza que corazón, o él no sabía lo que se pescaba. Y poco a poco y a impulso de estas dudas que andaban cerca de ser certezas, nació en su espíritu cierto desvío del amoroso recuerdo que le embargaba. Cuando pensaba en la María de otros tiempos, tan alegre, tan gentil, tan bulliciosa, solía enternecerse y derramaba lágrimas.

Era teniente y continuaba sus estudios para ingresar en el Estado Mayor. «¿Quién sabe si llegará á ser otro Moltke?», decía el padre. Y la bulliciosa Chichí lo bautizó con un apodo, aceptado por la familia. Otto fué en adelante Moltkecito para sus parientes de París. Desnoyers se admiró de las transformaciones realizadas por los años.

La bulliciosa latinidad gozaba el privilegio sobre las otras castas de beber vino en las comidas dos veces por semana y tomar chocolate al amanecer otras dos veces, en vez del café habitual. Las lamentaciones de don Carmelo, que juraba para él solo con grandes aspavientos, interrumpieron a Maltrana. ¡Mardita sea mi arma!

Palabra del Dia

rigoleto

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