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Actualizado: 22 de junio de 2025


Marsella, fisonomía animada y bulliciosa, muy concurrido puerto de mar, líneas férreas de pujante vida, edificios modernos de importancia, buenos hoteles, elegantes tiendas, aménos alrededores.

Era la vida meridional, franca, bulliciosa, expansiva, que no teme la mirada curiosa del paseante, antes la solicita y se huelga con ella, donde aún late vivo, después de tantos siglos, el sentimiento de la hospitalidad, la religión de los árabes. Sevilla ofrecía a tal hora un aspecto mágico, un encanto que turbaba el ánimo y convidaba a soñar.

Era la esposa de un alto empleado a quien las aventuras de su señora no parecían dar frío ni calor. Cesaron las de Andrés al tropezar con tal mujer: dejó la vida alegre y bulliciosa, y hasta el trato de sus amigos íntimos; no pensó desde entonces más que en servir y festejar a su ídolo.

En el fondo tres aposentos separados por sendos tableros pintados de amarillo que no llegaban al suelo. Había gente bulliciosa en estos cuartos: escuchábase rumor de plática alegre y chasquido de vasos. La tienda estaba sola, débilmente esclarecida por una lámpara de petróleo colgada sobre el mostrador.

Don Saturnino Bermúdez, pálido y ojeroso, con una sonrisa cortés que le llegaba de oreja a oreja, venía detrás, solo, también hecho un loquillo de la manera más desgraciada del mundo. Daba tristeza verle divertirse, saltar, imitar la alegría bulliciosa de los otros.

Es el fenómeno constante después de toda emoción profunda, consejo instintivo de la naturaleza, que exige la reparación de la enorme cantidad de fuerza gastada. El almuerzo fue sereno, casi severo; la alegría había desaparecido en su forma bulliciosa, y algo como una solemnidad inquieta reinaba en los espíritus.

Pero no sabe que el mismo percal se lo vendió a Obdulia rebajando un perro grande, y con una ganancia superior a la que podía esperar el mancebo sonriente y con barba de judío. Las bellas vetustenses, como dice el gacetillero de El Lábaro, no saben salir de las tiendas de modas. Domina allí una alegría bulliciosa, la alegría sin motivo que es la más expansiva y contentadiza. ¿Quién lo diría?

El ruido de los carros, de los escuadrones que a todas horas entraban y salían por sus puertas, de las máquinas de guerra, el gozoso rumor que se elevaba de sus talleres, donde fabricaban la inmensa variedad de artefactos que exigía su refinada cultura, la hacían bulliciosa y resonante.

Mas al poco rato surgió entre la bulliciosa juventud el proyecto de trasladarse al pueblo, hacer una excursión en borrico por los jardines de la Herrería, salvar la pequeña sierra que los separa de Zarzalejo y regresar desde este punto en el tren de las siete y media.

Llegaron las nuevas de estos desmanes al rei don Juan I.º, el cual no halló otro arbitrio para poner freno á aquella canalla bulliciosa que enviar cartas al dean i cabildo de la Santa Iglesia, encareciéndoles la necesidad de meter en pretina al arcediano don Fernando Martinez, autor con sus palabras tan fuera de razon i cordura, de aquellos males i alteraciones.

Palabra del Dia

rigoleto

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