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Ibamos escalando el monte, deprisa, huyendo del agua. Llovía cada vez más fuerte, cuando llegamos cerca de la cueva de la Egan-suguia. Entremos aquí dijo Mary, que, después de las lágrimas, había quedado sonriente y de buen humor. Ahí, mi querida Mary le dije yo , hay, según dicen, una gran serpiente con alas, con garras de buitre y cara de mujer, que se llama Egan-suguia. ¿Y qué hace?

«Ya ves qué lindo buitre me ha puesto Dios en casa decía Encarnación . Es capaz de comerme el modo de andar, si le dejo.

Me ha enfermado de la vista, de las piernas, de la cabeza, de los riñones, de todo menos del estómago. Privándome de recursos, dispone que yo digiera como un buitre. Lo mismo hace conmigo. Pero yo no lo llevo a mal, señora. ¡Bendito sea el Señor, que nos da el bien más grande de nuestros cuerpos: el hambre santísima!».

Y advierta que ya tengo edad para dar consejos, y que este que le doy le viene de molde, y que más vale pájaro en mano que buitre volando, porque quien bien tiene y mal escoge, por bien que se enoja no se venga.

Llené mi cartera de letras sobre Londres. Descendí a la calle con el furor de un buitre que hiende el aire en busca de su presa. Pasaba un carruaje vacío. Le detuve gritando: ¡A los toros! ¡Son diez reales, mi amo! Introduje la mano en la cartera cargada de millones y saqué las monedas que tenía: 75 céntimos... El cochero fustigó el anca de la yegua y siguió refunfuñando.

Moriste dichoso, sin ver que sobre el pecho la sombra del ala extendida y las garras del buitre voraz. La suerte está echada. Borraste el padrón infamante, y en su híspida senda tu pueblo camina adelante. Tal vez llegue al fin, o tal vez lo sepulte el alud. Ya el árbol, nutrido con sangre y acerbos dolores, sonríe en sus frutos y espera en sus vírgenes flores.

¡Oh Ciencia! tu eres la verdadera hija del viejo tiempo, tu, cuya mirada indiscreta transforma todas las cosas! ¿Por qué haces tu presa del corazón del poeta, oh buitre, cuyas alas son las sombrías realidades? ¿Cómo podría él amarte?

Hará él por huir de su mano. 23 Batirán sus manos sobre él, y desde su lugar le silbarán. 2 El hierro es tomado del polvo, y de la piedra es fundido el metal. 4 Sale el río junto al morador, y las aguas sin pie, más altas que el hombre, se fueron. 5 Tierra de la cual nace el pan, y debajo de ella estará como convertida en fuego. 7 Senda que nunca la conoció ave, ni ojo de buitre la vio;

Noventa y cuatro años, señor continuó Zaratustra, dirigiéndose al jefe del fielato . El cuerpo sano, el estómago de buitre; sólo tengo flojas las piernas, que me obligan a permanecer quieto en el carro, mientras éste, que es mi ayudante y señalaba al bobo de la gorra de pelo , entra en las casas. Soy el más antiguo del gremio.

Aunque el dolor por la muerte de Doña Blanca se había ido mitigando en todos aquellos corazones, Clara la recordaba con ternura melancólica, y el Comendador con cariño y con penoso arrepentimiento á la vez. Sólo D. Valentín, que comía como un buitre, y que había engordado, y no hallaba quien le riñese ni quien le dominase, se creía en la obligación de llorar cuando menos ganas tenía.