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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Sin ponderar tanto las prendas casi personales de no pocas aves y cuadrúpedos, menester es confesar que el elefante es pudoroso y muy aficionado a la música; el perro fiel; paciente el buey, agradecido el león y muy listos algunos monos. No recuerdo yo dónde he leído, pero sí que he leído, de un mono que jugaba muy bien al ajedrez y que casi siempre ganaba.
Un placer humano, aunque de la más baja jerarquía, es el de la mesa. Los animales comen el alimento en crudo. El hombre hace pasar el alimento por la cocina; lo condimenta, lo sazona, le infunde sabores varios y sutiles. El buey come hierba ahora como en la edad de piedra, y la rumia como entonces, sin haberle añadido complicaciones ni gustos nuevos.
Prima, para darte gusto, voy a reventar de entusiasmo por imitar al público, como hizo la rana, queriendo alcanzar el tamaño del buey. Acabo de ser testigo de la ovación imperial que se ha hecho a esa octava maravilla. Cuéntanos eso dijo la condesa . Cuéntanoslo. Cuando bajó el telón, hubo un momento en que se me figuró que íbamos a tener una segunda edición de la torre de Babel.
16 Además de esto, en la obra de este muro restauré mi parte, y no compramos heredad; y todos mis criados juntos estaban allí a la obra. 18 Y lo que se aderezaba para cada día era un buey, seis ovejas escogidas, y aves también se aparejaban para mí, y cada diez días vino en toda abundancia; y con todo esto nunca requerí el pan del capitán, porque la servidumbre de este pueblo era grave.
El buey suelto... D. Gonzalo González de la Gonzalera. De tal palo tal astilla; 4 y 4,50 pesetas. Escenas Montañesas; 4 y 4,50 pesetas. Borrones ejemplares, miscelánea de artículos, cuentos, parábolas y sátiras; 1883, 8.º, 2,50 y 3 pesetas. Sacramento y concubinato: novela original, de costumbres aragonesas, con una carta-prólogo de D. Manuel Trueba; 1884, 8.º, 2,50 y 3 pesetas.
A la mesa, que ya está la comida dijo el gigante; y a ver si haces lo que hago yo, que me voy a comer todo este buey, y te voy a comer a ti de postres. Está bien, amigo dijo Meñique. Pero antes de sentarse se metió debajo de la chaqueta la boca de su gran saco de cuero, que le llegaba del pescuezo a los pies.
¿Sí?... Pues veremos si su marido de usted lo niega igualmente, cuando todos los periódicos de Madrid publiquen esta carta. Y el buey Apis sacó una de su bolsillo, que puso extendida ante los ojos de Currita, como si pretendiese cumplir su bestial amenaza de refregársela por los hocicos.
Escuchaba riendo las chanzonetas pesadas y groseras de Tomás; bromeaba con Ángela, dejando deslizar siempre que podía alguna lisonja, que en el campo, como en la ciudad, producen admirables efectos; contaba anécdotas picantes a Rafael, y le proveía de tabaco; hablaba del tiempo y las labores al criado, una especie de animal tardo y perezoso como el buey y con la testa casi tan dura.
Por detrás de él Gloria me solía hacer mil muecas, poniéndome en grave peligro de perder la serenidad y echarlo todo a rodar. Dos veces, en el espacio de ocho días, me invitaron a comer. Los manjares predilectos de aquellos seres eran tan extravagantes como ellos. Don Oscar cogía a puñados los berros y se los metía en la boca y los rumiaba como un buey. Además, hacía uso inmoderado del vinagre.
23 Dénsenos, pues, dos bueyes, y escójanse ellos uno, y córtenlo en pedazos, y pónganlo sobre leña, mas no pongan fuego debajo; y yo aparejaré el otro buey, y lo pondré sobre leña, y ningún fuego pondré debajo.
Palabra del Dia
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