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Actualizado: 15 de junio de 2025
A veces el sopor le vencía, y su boca entreabierta dejaba escapar un balbuceo de pesadilla, como si la calor del sueño hiciera bullir en su cerebro las representaciones de su pasada existencia. Vestía siempre de negro o de pardo, sin otra gala que la venera de oro y la roja espadilla de Santiago, bordada en todos los sayos y ferreruelos.
Por tí en los manantiales mi ballesta la caza matará, rica en sabores; espléndida en matices la floresta por Dios bordada y al placer dispuesta, cuando la pises tú, brotará flores. Fresca sombra, sonora y perfumada, el ardor mitigando del estío, te ofrecerá del huerto la enramada blando lecho la grama regalada, límpido baño el murmurante rio.
Pero en sus cuentos, ora fuesen ficción, ora historia verdadera, nada había nunca en perjuicio del prójimo, y a veces había mucho de verdad, aunque exagerada y bordada. Las telas de su cerebro eran como mapa confuso, donde estaban muy borrosos los límites entre lo real y lo ideal, lo fantástico y lo positivo.
Bordada sobre ella, del lado del corazón, había una gran cruz roja de la orden de Calatrava. El señor de Quiñones prescindía pocas veces de esta talma, que le daba aspecto un poco fantástico y teatral. Siempre había sido extravagante en el vestir. Su orgullo le impulsaba a buscar el modo de distinguirse del vulgo.
Finalmente, en lugar de estas escenas y de esta especie de variable panorama, se le presentó la ruda plaza del mercado de una colonia puritana con todas las gentes de la población reunidas allí y dirigiendo las severas miradas á Ester Prynne, sí, á ella misma, que estaba en el tablado de la picota, con una tierna niña en los brazos, y la letra A, de color escarlata, fantásticamente bordada con hilo de oro, sobre su seno.
Y allí estaba el ministro con la mano puesta sobre el corazón; y Ester Prynne, con la letra bordada brillando en su seno; y la pequeña Perla que era en sí misma un símbolo y el lazo de unión entre aquellos dos seres.
Manejaba el hermoso corcel con gracia soberana y vestía rica túnica de seda blanca bordada de pequeñas flores de lis de oro, flotante de sus hombros luengo manto de púrpura.
Ya cuesta trabajo conocer a don Claudio y a mi padre, que se van alejando hacia la villa. La verdad es respondió Bermúdez , que con estas aventuras había vuelto a echarlos de la memoria. De bordada en bordada llegó el Flash a la ancha boca del puerto.
Febrer entretuvo la espera contemplando esta vasta pieza, de un lujo arcaico. Así era su casa en tiempos del abuelo. Las paredes estaban cubiertas de rico damasco carmesí, y sobre ellas destacábanse antiguos cuadros religiosos de suaves pinceles italianos. Los muebles eran de madera blanca y oro, con voluptuosas curvas, tapizados de gruesa seda bordada.
La muerte de Tito Carleti puso fin á toda resistencia y su galera, cambiando de bordada, se dirigió de nuevo hacia el Galeón, saludada por los gritos de entusiasmo de los soldados. El barón y Sir Oliver no tardaron en reunirse sobre la cubierta del barco inglés, y retirada el ancla que lo aferraba á la galera del normando, se hicieron las tres naves á la vela, á corta distancia una de otra.
Palabra del Dia
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