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Actualizado: 26 de noviembre de 2025
Tres semanas, sobre poco más o menos, transcurrieron así, en lucha contra puertas cerradas y en un estado de exasperación que me ponía al nivel de una bestia extraviada obstinándose en salvar vallas. Una tarde me llegó un billete. Lo mantuve un momento cerrado, suspendido delante de mis ojos, como si él contuviera mi destino.
Doña Manolita suspiraba, acariciaba a doña Luz, la miraba compasiva, la escuchaba muy atenta, y se callaba. Por último, se le ocurrió decir: Pero ¿qué desesperación es la tuya? ¿No ponías en tu billete que deseabas la vida? ¿No me hablabas de una esperanza? Sí: la tengo contestó doña Luz . Por ella, sólo por ella no me he muerto.
Numerosos movilizados de aspecto popular que marchaban sueltos hacia las estaciones encontraron á un señor que los detenía con timidez, se llevaba una mano á un bolsillo y dejaba en su diestra el billete de veinte francos, huyendo inmediatamente ante sus ojos asombrados.
Pero qué, ¿no está? ¡Virgen Santa! Caballero... dígame usted... permitame.... Y olvidando que el tren andaba, iba a abrir la portezuela rápidamente, cuando el empleado la detuvo asiéndola del brazo con vigor. Eh, señora dijo en voz ruda , ¡pues no ve usted que se mata! No se puede salir ahora. ¿Está usted loca? Y acabemos, que yo necesito el billete.
Aquí me tiene, querida Judit; me he apresurado a venir apenas he recibido la carta de usted. Y llevaba todavía en la mano la carta fatal y terrible. ¿Qué desea usted de mí? acabó diciendo el Conde. Lo que deseo... señor Conde... No sé cómo decírselo... pero ese billete... puesto que lo ha leído usted... si es que ha podido leerle...
El rápido encumbramiento se explicaría aunque no se justificase por las condiciones de hormiga de nuestro Becerro, hombre capaz de extraer un billete de Banco de un guardacantón.
En Milan tomé billete en la diligencia hasta Novara, cuya distancia se recorre en siete horas. La carretera es sobradamente buena, no deja nada que desear; pintoresca y deliciosa la campiña.
Veíase obligada a escuchar sus alegres exclamaciones, sus comentarios satíricos, sus crueles chanzonetas sobre aquel billete sin firma, cuyo autor no conocían, pero que se proponían insertar al día siguiente en un periódico, como modelo del estilo epistolar de las Sevigné del coro de baile.
No hay que pensar, sin embargo, que nuestro joven era un animal dañino. Los maridos podían dormir tranquilos en Sarrió. Periquito pasaba la vida enamorado, cuándo de una, cuándo de otra señora, pero sin acercarse jamás ni osar siquiera enviarle un billete amoroso. Tales procedimientos no entraban en su método, el cual consistía principalmente en fascinarlas por la mirada.
Sobre todo, aquel chicuelo andrajosa que en una mano tiene un billete de lotería, y con la otra le roba bonitamente las castañas del cesto á la tía Lambrijas, hace desternillar de risa á todos. En suma: el Nacimiento número uno de Madrid es el de aquella casa, una de las más principales, y ha reunido en sus salones á los niños más lindos y más juiciosos de veinte calles á la redonda.
Palabra del Dia
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