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El señor Aubry hizo un movimiento; temiendo despertarlo, volvieron a su lado y permanecieron silenciosos en la calma del cuarto. Entonces, bajo la influencia algo misteriosa del silencio y de la luz discreta de la lámpara, el bienhechor olvido expulsó del alma de Juan todo lo que no era la real felicidad de la presencia querida.

Pepita amó a D. Gumersindo, como a su compañero, como a su bienhechor, como al hombre a quien todo se lo debe; pero la atormenta, la avergüenza el recuerdo de que D. Gumersindo fue su marido. En su devoción a la Virgen se descubre un sentimiento de humillación dolorosa, un torcedor, una melancolía que influye en su mente el recuerdo de su matrimonio indigno y estéril.

E Ivona retorcía sus brazos, como si ella hubiese experimentado aquellas atroces convulsiones. ¡Basta, basta! dijo Kernok, que sentía que su lengua se pegaba al paladar. Has herido a tu bienhechor y a tu amante; su sangre caerá sobre ti, ¡tu fin se aproxima! ¡Pen-Ouët! llamó en voz baja.

Salvador la pulsó, acariciándola como a un ángel o como a un niño, blanda y dulcemente. La fiebrecilla que, al atardecer, la enardecía, había remitido en el bienhechor reposo de aquellas últimas horas, y al esconder los ojos a la sombra ideal de las pestañas, el buen sueño reparador la besó en los párpados, hasta que, vigilada de cerca por el amor, se quedó dormida.

Se hizo el silencio en torno a aquella voz armoniosa que ejercía un milagroso imperio en la familia, y Carmen, bajo la protección de aquel influjo bienhechor, se apresuró a obedecer. Salieron a la huerta por la puerta vidriera del pasillo. La miraba el marino intensamente, con una delicia manifiesta; ella sentía una turbación extraña.

Los toques redoblados de todas las campanas de la iglesia de San Juan, anuncian la ceremonia de que hemos hablado, un servicio fúnebre por el alma del difunto señor Nicolás-Bárbara-Kernok, propietario de Treheurel. Porque toda la población de la comarca, donde el digno anciano era adorado, había abandonado sus trabajos para ir a rendir un postrero homenaje a su respetable bienhechor.

«Los soldados de Santa Cruz le quitaron por reliquias las uñas, el rosario que llevaba y la cruz que un portugués que se halló en la función presentó al Sr. Marqués de Tojo, insigne bienhechor de aquellas Misiones, y su señoría la apreció mucho como reliquia de un apóstol, que así le llamaba el marqués.

D. Juan, con la mayor generosidad y abnegación, accede al ruego del moribundo, de ejecución nada fácil, que espira entonces en paz, prometiéndole presentarse ante el trono del Señor para dar fe de la nobleza de ánimo de su bienhechor.

Dando a aquellas gentes la posesión del suelo, se retrasaría el momento de la suprema Justicia con que soñaba Salvatierra; pero aunque así fuese, su alma de bienhechor consolábase pensando en los alivios momentáneos de la miseria.

¿Contra el duque de Lerma? Contra el duque de Lerma. ¡Ah! ¡don Rodrigo conspiraba contra su bienhechor, contra el hombre á quien todo lo debe! ¡No sabía yo que ese tal era tan malvado! Lo es más aún: ese hombre se ha atrevido á dictarme condiciones. ¡Condiciones á la reina! ¡un vasallo! ¿pero cómo podía ese miserable atreverse á dictarte condiciones?