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Sin saber cómo tampoco, se vió en una habitación, que no habían desguarnecido todavía, ella sentada y la niña a sus pies, besándola, y repitiendo: ¡Oh! tía Silda, tía Silda...

Entonces el capitán abrió los brazos y el padre y la hija quedaron estrechamente enlazados. Así estuvieron largo rato llorando dulcemente en silencio. Al cabo don Félix se apartó y secando con su pañuelo las lágrimas de la joven y besándola repetidas veces en la mejilla, le dijo al oído: Que no turbe, hija mía, la alegría de este momento un pensamiento de dolor.

Un agudo grito salió de su pecho, el primero que había proferido aquel día, y la estrechó contra , besándola apasionadamente una y otra vez; meciola con ese movimiento maternal propio de la mujer, y después la llevó hasta la ventana, para verla mejor a través de las lágrimas que nublaban sus pupilas.

La vio acercarse, en el salón, a la madre de Charito, una señora gruesa, entrada en años, de cara bondadosa y un aire de distinción sonriente; conversaba animadamente con otras señoras y se interrumpió sólo por un instante para besar a Adriana en las mejillas. Un grupo de muchachas, acercándose, la acogieron luego con pequeños gritos, acariciándola y besándola con alegría.

La vieja prorrumpió en lamentos. ¡Lo que ella había dicho! ¡La sangre corrompía; el maldito susto que no había querido salir y ahora, con la muerte, se le esparcía por todo el cuerpo! Y se abalanzaba sobre la agonizante, besándola con una avidez loca, como si la mordiese para volverla a la vida. ¡Se ha muerto, don Fernando! ¿No le ve su mersé? Se ha muerto... Salvatierra hizo callar a la vieja.

Doña Clara, que se había trenzado y arreglado entre tanto sus cabellos, permaneció largo tiempo en silencio. La reina estaba llena de ansiedad. Me casaré con ese hombre dijo al fin doña Clara. ¡Ah! ¡hermana mía! exclamó la reina arrojándose al cuello de doña Clara y besándola en la boca.

Me haréis en ello gran merced; y como supongo que necesitaréis de vuestro tiempo, me pongo á vuestros pies y os pido licencia para retirarme. Supongo que nos volveremos á ver. Nos volveremos á ver... ¡de seguro! Pues adiós, don Francisco. Que os guarde Dios, señora. Y tomando una mano á la de Lemos y besándola cortésmente, y lanzándola rápidamente una mirada en que había todo un discurso, salió.

Maltrana siguió besándola, interrumpiendo sus caricias con ardorosas palabras. Grita lo que quieras... pero no te dejo. He de asesinarte, matarte a besos... Te adoro. Eres la Venus de Milo... La de Milo, no, ¡que barbaridad! no tiene brazos, y los tuyos son muy bonitos.

Sorege respondió impasible, con los ojos medio cerrados y sonriendo fríamente: Hay algo de verdad en lo que dices, pero exageras. Yo no soy un amante vulgar, pero no soy un sádico ¡qué diablo! No me es indispensable oir salir gritos de dolor de una bonita boca para gozar besándola.

Entonces la miró con fijeza; después, besándola, la empujó suavemente hacia su madre. Como si hubiese leído alguna trágica amenaza en el fondo de aquellos ojos que no cambiaron de expresión para los demás asistentes, Raquel retrocedió, ahogando un grito. ¡Qué nervios tiene esa chica! dijo alguien en voz baja.