United States or Cayman Islands ? Vote for the TOP Country of the Week !


Julio reconoció á Berta, que movía una mano, pero sin verle, sin saber en qué remolcador estaba, por una necesidad de manifestar su agradecimiento á los dulces recuerdos que se iban á perder en el misterio del mar y de la noche. «¡Adiós, consejeraEmpezó á agrandarse la distancia entre el trasatlántico que partía y los remolcadores que navegaban hacia la boca del puerto.

Mazzini volvió un poco la cara a ella con una sonrisa forzada: De nuestros hijos, ¿me parece? Bueno; de nuestros hijos. ¿Te gusta así? alzó ella los ojos. Esta vez Mazzini se expresó claramente: ¿Creo que no vas a decir que yo tenga la culpa, no? ¡Ah, no! se sonrió Berta, muy pálida ¡pero yo tampoco, supongo!... ¡No faltaba más!... murmuró. ¿Qué no faltaba más?

Berta alcanzó a ver el piso inundado de sangre. Sólo pudo echar sus brazos sobre la cabeza y hundirse a lo largo de él con un ronco suspiro. Resulta que hay pocas cosas más terribles que encontrar en el mar un buque abandonado. Si de día el peligro es menor, de noche no se ven ni hay advertencia posible: el choque se lleva a uno y otro.

La mayor, Berta, había conquistado la voluntad de un ingeniero ruso, que se mostraba dispuesto á hacerla su esposa. La menor casi había conseguido lo mismo con un oficial joven; sólo le quedaba por vencer la resistencia de una madre orgullosa y tradicionalista, que vivía en provincias....

Además, él no era un asceta, y Berta Erckmann representaba una amistad tentadora en medio del mar. Al recordarla, veía imaginariamente un caballo de carreras grande, enjuto, rabio y de largas zancas. Era una alemana á la moderna, que no reconocía otro defecto á su país que la pesadez de sus mujeres, combatiendo en su persona este peligro nacional con toda clase de métodos alimenticios.

¡Pero qué interesante se va poniendo el querubín éste! continuó el rudo escudero. Vamos á ver si lo describo: ojos de gacela, piel finísima, como la de mi prima Berta, y unos buclecillos tan luengos y tan rubios... Al decir esto, su mano tocó el rizado cabello de Roger. Buscáis pendencia.... ¿Y aunque así fuera? Yo os diría que lo hacéis como un patán, y no como hombre bien nacido.

Las que hacían su primer viaje eran miradas por las otras con lástima y envidia. ¡Quién tuviese sus ilusiones!... Recordaban las esperanzas risueñas, las doradas mentiras que las habían acompañado en su llegada al río de la Plata. Y después, ¡habían visto tanto!... Berta calló al notar que un hombre se había aproximado al grupo.

Y la otra hermana se había negado á separarse de ella, abrazando el cuerpo convulsivo, besando sus ojos que no veían, su boca que sólo sabía rugir. ¡Berta, corazón mío! ¡No te mueras!... ¡No te mueras!

Tuvo asimismo que consolar, sostener sin tregua a Berta, herida en lo más profundo por aquel fracaso de su joven maternidad. Como es natural, el matrimonio puso todo su amor en la esperanza de otro hijo. Nació éste, y su salud y limpidez de risa reencendieron el porvenir extinguido. Pero a los diez y ocho meses las convulsiones del primogénito se repetían, y al día siguiente amanecía idiota.

¡Que si alguien tiene la culpa, no soy yo, entiéndelo bien! Eso es lo que te quería decir. Su marido la miró un momento, con brutal deseo de insultarla. ¡Dejemos! articuló, secándose por fin las manos. Como quieras; pero si quieres decir... ¡Berta! ¡Como quieras! Este fué el primer choque y le sucedieron otros.