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Actualizado: 3 de octubre de 2025
¡Dónde estás, dónde estás, amigo mío! Ora acaso gala y brío mostrarás cabe el Elba o Reno frío. Fiera lid, fiera lid y sus azares tú prefieres, o ir por mares, bravo Cid, a este suelo de azahares. No más ya, no más ya tu mente amada en placer embelesada llorará los vergeles de Granada. Pienso en ti, pienso en ti con dulce empeño cuando el plácido beleño me da, sí, con tu imagen blando ensueño.
El foso era lugar también interesante para Martín; las paredes estaban cubiertas de musgos rojos, amarillos y verdes; entre las piedras nacían la lechetrezna, el beleño y el yezgo, y los grandes lagartos tornasolados se tostaban al sol. En los huecos de la muralla tenían sus nidos las lechuzas y los mochuelos. Tellagorri explicaba todo detenidamente a Martín.
De en medio de la gradería rota surgían los cilindros aterciopelados del gordolobo, las cúpulas de las campánulas, manojos de arabeta, matas de quelidonia dorada y las mortíferas flores del beleño.
El guía se había engañado, esa planta no era beleño; pero durante un día entero, todos habían creído a Alejo Zakunine envenenado, y estaban entre admirados y espantados al ver la irónica alegría con que esperaba la muerte y reprendía a los que se mostraban afligidos. Su juventud entera había sido una tempestad.
Recorría sus posesiones en la pequeña Rusia, y un niño, hijo de un mujik, que le servía de guía, iba explicándole las cualidades de los árboles y hierbas: al pasar por delante de un verde matorral, el chico señaló una planta pequeña, de hojas largas y velludas, y le dijo: «Este es beleño, un veneno tremendo.» Entonces, rápidamente, sin dar a su guía el tiempo de acercársele, no ya de impedir el acto, arrancó cuantas hojas pudo coger su mano y las devoró.
Mas, al despertar ligero de las dichas de mi sueño, y abandonar el beleño de aquel cuadro lisonjero; sólo escucho el lastimero movimiento de las aguas y el ruido de las piraguas que surcan río cercano, perdiéndose por el llano a impulsos de hábil remero. Dije mal; no se ha perdido la impresión de mi memoria.
Morfeo, el dios del sueño por encanto Alli se apareció; cuya corona Era de ramos de beleño santo. Flogisimo de brio y de persona, De la pereza torpe acompañado, Que no le dexa á visperas, ni á nona. Traia al silencio á su derecho lado, El descuido al siniestro, y el vestido Era de blanda lana fabricado.
Esta incontinencia cede mejor que la de los viejos debida á una causa opuesta y que requiere la nuez vómica. Por otra parte, cuando el elemento nervioso predomina en una afeccion espasmódica cualquiera, son preferibles á belladona, el beleño, la manzanilla, la ignacia. Las afecciones histéricas y epilépticas se modifican felizmente con la belladona.
Aquí quedé como enterrada, puesto que el mago que me servia cuidó de que nada me faltase. Al rayar el dia, entró en mi quarto el boticario de su magestad con una pócima de beleño, opio, cicuta, eléboro negro, y anapelo; y otro oficial se encaminó á vuestra casa con un cordon de seda azul; nias no halláron á nadie.
El despertar para madrugar siempre modifica en el ánimo los proyectos del día anterior. Una noche de insomnio robustece las ideas, las penas ó las alegrías, como por el contrario, las horas en que las sombras baten su beleño sobre nosotros entregándonos al reposo, modifican, alientan, consuelan el espíritu.
Palabra del Dia
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