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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Don Fadrique, sin embargo, sólo estuvo en París algunos meses: desde fines de 1791 hasta Septiembre de 1792. Este tiempo le bastó para cansarse y hartarse de la gran revolución, desengañarse un poco de su liberalismo y dudar de sus teorías de constante progreso. En Madrid vivió, por último, dos años, y también se desengañó de muchísimas cosas.
Maldito lo que eso importa. Joven o no, me basto y me sobro para el caso dijo con burlona risa. ¿Cómo está su prisionero? ¿El Rey? Su prisionero, digo. ¡Ah, sí! Había olvidado los deseos de Vuestra Majestad. Pues el preso vive todavía. Dejó su asiento, le imité y sonriéndose dijo: ¿Y qué tal la bella Princesa?
Estuvieron separados unos días, y esto bastó para que Colón sospechase que Martín Alonso había tenido de los indios noticias de mucho oro e iba a buscarlo por su cuenta, como un amigo infiel. ¡Disputa de consocios que se temen y se vigilan!... Y el caso fue que iguales riquezas encontraron el uno y el otro... ¡nada!
El mismo día de mi encuentro con Oliverio, al regresar del colegio, me apresuré a decirle a mi tía que ya tenía un amigo. ¿Un amigo? exclamó. Te apresuras un poco tal vez, mi querido Domingo. ¿Sabes su nombre, su edad? Le referí cuanto sabía de Oliverio, pintándole con los colores amables que a primera vista me habían seducido; pero sólo el nombre bastó para tranquilizar a mi tía.
La Prensa, que quería ver á Rostand más cerca de Regnard que de Ibsen, maltrató á «La princesa lejana». Pero ello no bastó para que su autor, que parecía complacerse en pulsar y examinar minuciosamente todos los registros variadísimos de su inspiración, estrenase dos años después «La Samaritana». A pesar de sus innegables bellezas líricas, esta obra, que el poeta calificaba de «evangelio en tres cuadros», gustó poco.
¿Quién está ahí? preguntó don Santos con voz débil, sin más energía que la de una ira impotente. Creo que son ellos; pero no tema usted. Aquí estoy yo. Usted silencio, que no le conviene irritarse. Yo me basto y me sobro.
-El miedo que tienes -dijo don Quijote- te hace, Sancho, que ni veas ni oyas a derechas; porque uno de los efectos del miedo es turbar los sentidos y hacer que las cosas no parezcan lo que son; y si es que tanto temes, retírate a una parte y déjame solo, que solo basto a dar la victoria a la parte a quien yo diere mi ayuda.
Conozco bien tu alma, y al verme en peligro acudo á ella. ¡Sálvame! ¡llévame contigo!... Como estaba de pie frente á él, le bastó levantar las manos para colocarlas sobre sus hombros, iniciando el principio de un abrazo. Ferragut permaneció insensible á la caricia. Su inmovilidad repelía estas súplicas.
Los ricos industriales partidarios del eulamelismo fabricaron secretamente un material de guerra igual al de los Hombres-Montañas, y bastó que mil discípulos con fusiles y cañones marchasen contra el palacio del emperador para que éste huyese, acabando en un momento la dinastía secular.
Apenas llegó la flota á la Goleta, tanto los habitantes como la guarnición de Túnez abandonaron la ciudad y la fortaleza, y bastó un regimiento de veteranos, entre los cuales se hallaría probablemente Cervantes, para apoderarse de ambas. D. Juan construyó un nuevo fuerte, tomó á Biserta, y volvió á Sicilia con parte de sus tropas.
Palabra del Dia
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