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Actualizado: 23 de mayo de 2025


Muy cerca tambien están: la Casa de la ciudad, el hotel ó Palacio del gobierno cantonal y la graciosa iglesia de Nuestra-Señora. Ese templo y los demas que existen en los barrios altos se distinguen por su estilo del Renacimiento, sumamente recargados en su interior de mármoles, dorados, relieves y mil adornos que tanto abundan en todas las iglesias donde los Jesuitas han puesto la mano.

Por donde se ve que estas providencias de otros reyes habian perdido ya su vigor i entereza. Tambien se dispuso que los judíos no bautizados se retirasen á sus barrios antes de la hora de anochecer, dejando en supsension sus comercios hasta que volviese la luz del dia.

Por acá los chicos presentaban ramos de árboles cargados de frutos; aquí la toronja y la dorada cidra; allá la amascena y la alloza; otros, tejiendo en verdes mazas las espadañas y los lotos, y armados por cuadrillas, según los barrios de la ciudad o de las rivales aldeas, se acometían y lidiaban en escaramuzas de nueva especie; otros hacían revolar multitud de jilgueros y verderoles sin hilo que los sujetase, y siguiéndoles entre aquel inmenso concurso los pajarillos, y posándose en los hombros del dueño infantil cuando se cansaban, jamás se equivocaban en tanta confusión y bullicio.

La desgraciada mujer había venido de muchas leguas lejos, a solicitar el indulto, y alojaba en una casa sucia y miserable de uno de los barrios extremos de Madrid. Allá a la noche me sentí fatigado, cual si hubiera pasado el día trabajando, cuando no hice otra cosa que errar distraído por las calles, y me acosté temprano.

Los barrios extremos confluían al centro de la ciudad, como en los días ya remotos de las revoluciones. Se juntaban los grupos, formando una aglomeración sin término, de la que surgían gritos y cánticos. Las manifestaciones pasaban por el centro, bajo los faros eléctricos que acababan de inflamarse.

Iba hablando solo y llevaba en la mano una vara donde se posaban dos pájaros domesticados. Era un príncipe del Imperio. ¡Extraños barrios!

Del apellido Esquivel existían dos familias principales el siglo XVII, y para distinguirlas, el vulgo añadía á sus apellidos los nombres de los barrios donde tenían sus casas solariegas, llamando así á unos Esquiveles de San Vicente y á otros Esquiveles de San Pedro.

En los barrios pobres las instalaciones son igualmente abundantes; pero la baratura declara la inferioridad del género. Hay una caliza dulzona que se vende por turrón, y unas aceitunas negras que nadan en tinta. De la Plaza Mayor hacia el Sur escasea el mazapán cuanto abunda el cascajo.

Ya hemos visto cómo el jesuíta Diego San Vítores, una vez instalado en las islas de los Ladrones, logró excitar el celo y caridad de Doña Mariana de Austria, bien por cartas, ó bien por elocuentes frases del Padre Nitarht; siendo lo cierto que consiguió de aquella reina el título de ciudad para el pueblo de Agaña, y una donación de 3.000 pesos anuales para al establecimiento de un colegio y escuelas que atendieran á la cultura de los habitantes de aquellas islas, que hoy llevan su nombre, el cual le fué puesto por estos y otros beneficios que aquellas recibieron de la esposa de D. Felipe IV. Merced á tan piadosa institución que hoy tiene cuantiosos fondos y se la conoce por San Juan de Letrán, se ha construido un espacioso colegio en Agaña y escuelas en todos los barrios, cuidando los encargados de las cabecerías que ningún niño ó niña deje de concurrir á aquellos modestos templos de enseñanza.

Y á las tres de la tarde tomó un tranvía, que le condujo á los nuevos barrios surgidos al pie del Tibidabo. La burguesía comercial había cubierto estos terrenos con una floración arquitectónica hija legítima de su fantasía. Tenderos y fabricantes querían tener una casa de placer llamada «torre» tradicionalmente para descansar los domingos y hacer alarde al mismo tiempo de su prosperidad.

Palabra del Dia

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