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Actualizado: 22 de junio de 2025
Bebió Reyes ponche, champaña, benedictino después, y ya, sin conciencia despierta para reprobar las demasías que se permitían el barítono y la contralto y alguna otra pareja, consintió en brindar, por último, cuando de todas partes salían exclamaciones que le invitaban a desahogar su corazón en el seno de aquella amistad artística, «no por nueva, pensaba él, menos firme y honda».
La voz de don Serapio era poquita, pero desagradable, como decía un joven humorista de los que se arrimaban a las puertas. Nunca pudo averiguarse si era tenor, barítono o bajo.
Despues pasea los ojos ávidamente por la concurrencia, como si se gozase en recibir todas las miradas. Es una dama del teatro, una actriz, una artista. La compañía consta de tres damas y de tres galanes. Las damas son: tiple, carácter ligero y carácter cómico. Galanes: tenor, barítono, bufo. La orquesta preludia y la concurrencia se anima.
De todas maneras, aquello era una atrocidad preñada de peligros, de inconvenientes, de futuros males... y de males presentes. Con Minghetti jamás hablaba de lo que se le venía encima. Era un tema de que huían los dos en sus conversaciones. El barítono estaba contrariado, sin duda alguna. Sentía despecho, que le hacía sonreír con cínica amargura; se sentía metido en una atmósfera de ridículo.
A los pocos minutos sonó en el piso bajo un magnífico piano de cola que el comisario no había podido llevarse por la oposición del general. La voz de éste se elevó sobre el sonido de las cuerdas. Era una voz de barítono algo opaca, pero que comunicaba un temblor apasionado á su romanza. El viejo se sintió conmovido; no entendía las palabras, pero las lágrimas se agolparon á sus ojos.
Después, mientras Bonis y D. Nepo y los demás que habían acudido a recibirla daban órdenes para subir a casa el equipaje, ella emprendió la marcha escalera arriba, colgada del brazo de Gaetano. En el primer descanso se detuvo, respiró con dificultad, miró al barítono con fijeza, y acabó por decir: ¿Y si me hubiera muerto en el camino... por culpa tuya? ¡Bah! ¡Sí, bah!
La indignación no le permite hablar. Al fin rompe. Oye tú, botarate; yo no he dicho que lo creyese. Lo único que digo, es que así resulta de los datos que me presentó el barítono.
Mochi y su protegida habían mudado de posada, lo cual en aquel pueblo sólo era mudar de dolor; pero en el hotel Principal, allá al extremo de la Alameda Vieja, les habían llegado a perder el respeto por las intermitencias en el pago del pupilaje; la Compañía de ópera seria acababa de disolverse por motivos económicos e incompatibilidades de caracteres, y el empresario, la tiple y Minghetti, el barítono, se habían quedado en la ciudad, según unos, porque no tenían por lo pronto contrata ni lugar adonde ir, porque más valieran allá; según otros, porque querían servir de núcleo a una nueva Compañía, para constituir la cual andaba Mochi en tratos.
Después me hizo explicarle lo que pasaba en la escena: halló el matrimonio del tenor y la tiple muy proporcionado, pero compadecía de veras al barítono, a quien birlaban la novia; quedó sumamente disgustada cuando al fin del acto el tenor se ve en la precisión de acompañar a la reina y dejar abandonada a su futura, y declaró resueltamente que esta era una conducta indigna.
El barítono, que no había perdido la pista a la afición que le había demostrado aquella señora en paseo, en misa, en la calle, por medio de miradas incendiarias, aquella noche acabó de comprenderlo todo, y formó un plan de seducción, que le convenía desde muchos puntos de vista.
Palabra del Dia
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