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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Leonora, apoyando en la balaustrada su pecho soberbio, inclinaba la cabeza, brillando a la luz de la antorcha el casco de oro de su opulenta cabellera. Buscaba conocer en la penumbra a aquel otro tripulante que permanecía sentado y encogido junto al timón. ¡Pero qué buen amigo es este Cupido!... Gracias, muchas gracias.
Ella guarda silencio y se ase a la balaustrada. La espuma baila delante de sus ojos y se tiñe de mil colores. Gertrudis dice el joven tratando de tomarle la mano; he venido a decirte adiós para siempre. ¿Vas a dejarme partir sin una palabra? Y yo, yo he venido para dar reposo a mi alma; dice ella, retrocediendo ante la mano que la toca.
En este lado las inscripciones decían: Agencia Campistrón. Contratas. Informes. Representaciones de todas clases. De 10 á 5. E.L.P., dijo Marenval; esto quiero decir: empujad la puerta. Así lo hicieron y al abrirse la puerta apareció ante su vista una pieza triste, empapelada con un papel ajado y dividida en dos mitades por una balaustrada de madera.
Por la noche, Sagrario habló a su tío, admirando aquella energía que le impulsaba a aceptar toda clase de trabajos para no ser gravoso a la familia. Estaban en el claustro, apoyados en la balaustrada. Abajo, el jardín obscuro, con sus penachos negros y ondulantes; arriba, un cielo de verano, esfumado por la bruma calurosa, que empañaba el brillo de los astros.
El día estaba magnífico, y bajo un pabellón de dril, listado de blanco y rojo, veíanse algunos socios del club fumando y conversando; en la balaustrada de piedra que da a la plaza, dos o tres jóvenes echados de bruces veían desfilar los carruajes que por la calle de Boissy d'Anglas se dirigían al Bosque.
María Teresa pensó que Juan se alegraría de la prueba de amistad que le daba saliendo a su encuentro. Vería, pues, su semblante leal iluminarse con la sonrisa dulce y feliz que tenía siempre cuando la veía. Después de haber cortado algunas flores en el jardín que rodeaba la casa, se sentó ante la balaustrada de la terraza, puso el ramo a su lado y esperó.
Un obús había caído en el foso, levantando una enorme columna de agua, haciendo volar en fragmentos las carpas que dormían en el barro, rompiendo una parte de los bordes, convirtiendo en polvo la balaustrada blanca con sus jarrones de flores. Se lanzó á correr con la ceguera del terror, viéndose de pronto ante un pequeño redondel de cristal que le examinaba fríamente.
Palabra del Dia
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