Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 27 de mayo de 2025
Detrás de la balaustrada estaban escribiendo dos empleados de lastimoso aspecto y en la primera parte de la habitación esperaban algunos hombres y algunas mujeres sentados en vetustas banquetas. Uno de los empleados levantó la cabeza, dejó la pluma, miro á los dos visitantes y reconociendo en ellos unos clientes poco comunes, se levantó de su asiento y dijo: ¿Qué desean ustedes, señores?
Entre el ábside donde residia el tribunal, y las naves, ocupadas por el pueblo que acudia á sus diferentes negocios, habia en las basílicas romanas un espacio privilegiado, separado del cuerpo de las naves por una balaustrada ó cancel, y reservado á los abogados y gente de la curia: este espacio, al convertirse la basílica en iglesia, se destinó á los cantores, y tomó el nombre de coro.
Al pié de la balaustrada, a lo largo del atrio y a la orilla de las aceras, puestos de cacahuates, de torrados, de nueces, iluminados con hogueras de ocote, y algunos con mortecinas linternas.
Hablar al señor Campistrón, respondió Tragomer. Está ocupado en este momento, pero si ustedes quieren hablar con la señora... Marenval y Tragomer se consultaron con la vista. No hay inconveniente, respondió Marenval. El empleado abrió una puerta practicada en la balaustrada y salió á la antesala. Llamó á una puerta y entró con aire misterioso.
Estaba inmóvil junto a Oliverio, la manecita temblorosa al lado de la mano del joven, crispada sobre el pasamano de la balaustrada, la cabeza inclinada sobre el mar, los ojos entreabiertos, con esa expresión de extravío que caracteriza al vértigo, el rostro pálido, como el de un niño moribundo. Oliverio fue el primero que advirtió que iba a desmayarse y la tomó en los brazos.
Conflictos íntimos. El bailarín mundano. Nuestros actos nos siguen. El niño en la balaustrada. La lección de amor en un parque. La señorita Cloque. La ciudad sin jefe. ¡A París! El carnicero de Verdún. Los derrotistas. Montmartre. El marido de la modista. Edgar. El amante de la señora Dubois. LEÓN FRAPI
El claustro alto estaba sostenido por veinte columnas más pequeñas que las del bajo. Reinaba en torno a una balaustrada de mármol blanco, calada y de un trabajo exquisito. Caían a estos claustros las puertas de las celdas, hechas de caoba, pequeñas pero cubiertas de adornos de talla.
Viendo el peligro inminente que corría aquel hombre singular, la monja había lanzado un grito penetrante y se había precipitado sobre la balaustrada de su palco, apoyando en ella las dos manos; él se apoderó de una, imprimió sobre ella un beso ardiente, y continuó dirigiéndola una mirada terrible y fija.
Al mismo tiempo una ola de cólera salvaje y brutal me subió al cerebro; sentí como un deslumbramiento y echándome sobre la balaustrada, vi toda la superficie del río cubierta de chispas. No diré, siguiendo el uso: Dios no lo quiso. No me gustan las fórmulas triviales.
Su nuera aparece en el suyo, más desaliñada que nunca, con la cara roja como un pimiento seco y con la crin suelta, en medio de una espesísima nube de humo, ¡aparición verdaderamente infernal!; saca medio cuerpo fuera de la balaustrada, y con voz ronca y destemplada, grita, mirando al piso segundo: ¡Tía!...
Palabra del Dia
Otros Mirando