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Actualizado: 25 de julio de 2025
Obligada a ayudar a mi marido, a cuidar de la hacienda, a pensar en los pormenores de la casa como las demás mujeres que trabajan y luchan, no hubiera quizá llegado adonde llegué.... Yo necesitaba un marido afectuoso, dulce, un hombre de talento que supiese dirigirme.... Hoy mismo, mamá, acostumbrada como estoy al lujo y a la vida de sociedad, me retiraría con gusto de ella, me iría a vivir a un rinconcito alegre, allá en el campo, lejos de Madrid.
Pues, señora, en realidad no tengo grandes motivos para estar contento, aparte las atenciones que he merecido de Vd. Yo vine a Madrid para una cosa... y estoy sirviendo para otra. Llegué aquí con una misión delicada... honrosa por el peligro que entrañaba... y estoy casi convertido en capellán de monjas. Harto sabe Vd. que mi propósito era ayudar más eficazmente a lo que todos deseamos.
¿Quién que ve un vaso roto, o un edificio en ruina, o una palma caída, no piensa en las viudas? A don Manuel no le habían bastado las fuerzas, y en tierra extraña esto había sido mucho, más que para ir cubriendo decorosamente con los productos de su trabajo las necesidades domésticas. Ya el ayudar a Manuelillo a mantenerse en España le había puesto en muy grandes apuros.
13 Y bajo la mano de éstos estaba el ejército de guerra, de trescientos siete mil quinientos guerreros poderosos y fuertes para ayudar al rey contra los enemigos. 16 Mas cuando fue fortificado, su corazón se enalteció hasta corromperse; porque se rebeló contra el SE
Sepamos cuándo... ¿Cuándo? Para ayudar a usted necesito pedir licencia con anticipación. Es verdad. Pues bien. Antes me arrancaré la lengua que revelarle a usted todavía el lugar y la persona... Ni yo quiero saberlo: lo que me importa es la hora... Es cierto... Bien; repito que ni lugar ni persona los sabrá usted. Diré únicamente...
Otro día, no pareciéndome estar allí seguro, fuíme a un lugar, que llaman Maqueda, adonde me toparon mis pecados con un clérigo que, llegando a pedir limosna, me preguntó si sabía ayudar a misa. Yo dije que sí, como era verdad, que aunque maltratado, mil cosas buenas me mostró el pecador del ciego, y una dellas fue ésta. Finalmente, el clérigo me rescibió por suyo.
Lo hacía todo; primero los menesteres vulgares de la casa, teniendo las vasijas de la espetera como si fueran de oro, y los muebles como si fuesen nuevos; luego ayudar a Casilda en la costura; lavar y planchar lo que traía cada semana de la iglesia; y por último, para captarse sus simpatías y las de su marido, se encargó del niño.
Algunas veces entraba a verles la tía Tomasa, animándolos con sus optimismos de anciana alegre. Le placía la conducta de su sobrina: trabajar mucho para no ser gravosa al testarudo de su padre y ayudar al sostenimiento de la casa, que bien lo necesitaba. Pero no por esto había que matarse trabajando. Calma y buen humor; este mal tiempo otro traería.
La primera vez que presencié esta escena quédeme triste, herido en el alma, y tuve impulsos de agarrar una de las barras del cabrestante y ayudar á aquellas gentes. Esto las hubiese extrañado; no sé qué falsa vergüenza me detuvo. Pero, cada día, tomaba parte en la operación, á lo menos con mis votos. Colocábame á su lado y las contemplaba.
Basilio temiendo fuese descubierto tomó una resolucion súbita, se levantó de su asiento y con la voz más natural, ¿Le puedo ayudar, señor...? preguntó saliendo de su escondite. Simoun se enderezó y dió un salto como un tigre atacado infraganti, se llevó la mano al bolsillo de su americana y miró al estudiante pálido y sombrío.
Palabra del Dia
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