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Actualizado: 26 de junio de 2025
Algunas toses significativas de los oficiales, que se sentaban enfrente, le paralizaron de pronto. Pero no se corrió ni mucho menos. Era incapaz de avergonzarse por nada. El que quedó amoscado y se puso muy serio y ceñudo fue el alférez. Cuando el banquete daba a su fin, algunos caballeros, favorecidos de las musas, se levantaron a brindar en verso o cosa parecida.
La rudeza campesina no ha dado por fruto en Venusta una inocencia candorosa, sino la corrupción más grosera. Ganas nos dan de seguir al médico D. Jacinto, rogando al Sr. Nogales que nos acompañe y nos sirva de guía, para ver si lejos de Venusta y en población más grande y civilizada, van las cosas un poco mejor y no hay que avergonzarse de tanto pecado ni que lamentar tanta miseria.
Vamos a ver, mi prudente amiga, un poco de calma; no perdamos la cabeza sin ton ni son. El señor de Candore ha estado... torpe, por no decir más; ya ve usted si soy indulgente. Si se ha puesto en el caso de avergonzarse delante de usted y delante de Carlos, peor para él; será un castigo merecido. No es eso sólo, aunque sea en extremo penoso; pero temo... ¿Qué? Todo. Carlos está celoso...
Usted debe avergonzarse de mí. Si la compasión no fuera más fuerte, usted no conseguiría dominar la tentación de cambiar la naturaleza de los vínculos que nos unen, o venciéndola, sufriría usted demasiado en consecuencia. Todas estas cosas están fuera de las leyes, todas están destinadas naturalmente a perecer y hacer daño...»
Esta conducta indignó a Miguel en alto grado, y lo que acabó de desprestigiar al cura fue que, en vez de avergonzarse de haber pegado a un hombre que no se defendía, aún se jactaba de ello el muy ruin. «¿Has visto, barájoles, has visto qué mocada tan gorda le asesté la primera? ¿Qué bien sonó, eh?... Pues aún fueron mejores las que le di por debajo, en las narices, aunque no sonaban tanto... ¡Barájoles, ya le tenía yo ganas a ese mastuerzo!... ¡que eche roncas ahora con sus dientes de caimán!»
¡Qué pregunta! exclamó ella con semblante risueño, sin avergonzarse. No hablo de novio formal. Si lo tuvieras ya estaría yo enterado. Quiero sólo saber si entre los jóvenes que te obsequian hay alguno que hubiese logrado interesarte más o menos. ¿Para qué quieres saber eso? Contesta. Cecilia hizo un gesto negativo.
Se acercó lenta y majestuosamente a él, le puso la mano en el hombro e inclinándose para acercar la boca a su oído le dijo en voz baja: Hace usted bien en no avergonzarse de nada de eso, porque yo, señor conde, le quiero a usted tanto por lo menos como usted a mí. Quiso volverse loco.
Ha partido sin avisar a nadie; hubiera tenido que avergonzarse demasiado. No ha visto siquiera a su madrina, a su madrina que tanto la llora. Yo no la lloro, la indignación no llora; la lloraría si hubiese muerto. Hace cinco días que partieron; no hay nadie en la aldea que no los viese.
Cuando una de sus compañeras se lo explicó detalle por detalle, la pobre muchacha se puso como la grana y su primer impulso fue decir que renunciaba a ser cómica, pero le dio vergüenza avergonzarse. Volvió a su casa malhumorada, se encerró en su cuarto y estuvo llorando hasta la hora de tornar al teatro.
No afectaba ingenuidad y gracia, y eso que poseía en su interior y en alto grado ambas cualidades. A pesar de su temperamento fogoso, parecía indiferente y frío en el exterior, creyendo, sin duda, que un hombre como él debía avergonzarse de manifestar demasiada sensibilidad.
Palabra del Dia
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