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Esa ciencia no pudo iniciarse mientras se estuvo aferrado á las ideas antiguas que atribuían las borrascas «al capricho de los vientosUna observación atenta dejó probado que los vientos carecen de caprichos, que son el accidente, á veces el agente de la borrasca, y ésta, por lo general, un fenómeno eléctrico que á menudo se pasa de ellos.

Otras atribuían su palidez y sus ojos eternamente asombrados á la morfina, al opio, á todos los líquidos y perfumes del estupor, creadores de «paraísos artificiales». La pequeña Alicia de otros tiempos apuraba su vida á grandes tragos, hasta el fondo de la copa. Lubimoff creyó no verla más, pero á los pocos días empezó á recibir cartas de ella.

Un hombre acababa de aparecer entre las cortinas de seda del salón. Y triste, pálido, demacrado espectro formidable y doloroso, la cantante reconoció á Jacobo de Freneuse. Los concurrentes, penetrados por aquel espectáculo y por la actitud de la artista, que atribuían á la inspiración, cuando no era sino terror, prorrumpieron en un transporte de admiración.

De estos asientos, á los cuales se daba antes el título honorífico de doctos desvanes, provenían los juicios críticos, á que los poetas atribuían mayor importancia, por la fama de entendidos que tenían los que concurrían á ellos con frecuencia.

Trataba de observar con más escrúpulo que nunca aquella especie de pudor que sienta tan bien á los verdaderos sentimientos; pues no ganaba nada: era sospechoso de poesía. Se me atribuían quimeras novelescas, para tener el placer de combatirlas, poníaseme en las manos no qué arpa ridícula, para proporcionarse la diversión de romperle las cuerdas.

En aquel sombrío palacio habitaba un hombre misterioso de quien se contaban vagamente mil extrañas historias, a quien se atribuían además ideas y frases escandalosas contra la religión y sus ministros. El joven clérigo apenas le conocía. D. Álvaro Montesinos había pasado casi toda su vida en Madrid. Hacía dos o tres años solamente que había venido a establecerse a Peñascosa.

El saber, los talentos, la honradez, la amabilidad, la generosidad y otras cualidades que le atribuían al héroe los escritores de su devocion, quedan en verdad algo ajadas con los cumplimientos de sus enemigos; pero al fin, ¿qué sacais en limpio de esta baraunda? ¿Qué pensará el extranjero que ha de decidirse por uno de los extremos, ó adoptar un justo medio á manera de árbitro arbitrador?

Lo mismo habian hecho antes los Físicos de las Escuelas. Con sus dos principios de materia, y forma, junto con las dotes y calidades que á cada una de estas cosas atribuían, se creían entender quanto executa la naturaleza. En materia de Religion caminan de la misma suerte muchos sectarios.

A Germán, que no pareció por Loreto, se le atribuían quince años. «Por este lado no había dificultad». Doña Camila se creyó obligada en conciencia a indicar algo a la familia. Al padre no; sería un golpe de muerte. Escribió a las tías de Vetusta. «¡Era el último porrazo! ¡El nombre de los Ozores deshonrado! porque al fin Ozores era la niña, aunque indigna».

Por entonces comenzó a llamársela la Montálvez, llaneza que acreditaba su bien adquirida popularidad, como en otro tiempo la había acreditado, entre la juventud de rechupete, otra llaneza, algo más fina y culta: Nica Montálvez. Lo cierto es que Madrid se llenó de cosas de la Montálvez, y que hasta las que rodaban por tertulias y cafés sin madre conocida, se le atribuían a ella.