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Actualizado: 11 de junio de 2025
Y luego añadió, dirigiéndose a sus colegas: Pero ¡qué magnífico animal este Juanillo! Otro, a estas horas, no nos daría ningún trabajo. Le reconoció con gran atención. Una cogida de cuidado; pero ¡había visto tantas!... En los casos de enfermedades que llamaba «corrientes», vacilaba indeciso, no atreviéndose a sostener una opinión.
Miss Brown tampoco estaba; no atreviéndose a interrogar a la servidumbre, salió de nuevo y fue a tomar noticias al hotel del parque Monceau donde vivía la señora de La Treillade.
Apenas toman posesión de su nuevo domicilio los dos amigos, uno de ellos contrae relaciones amorosas con una sobrina de la viuda, á quien ésta cela con el mayor cuidado. Un suceso imprevisto amenaza entonces su dicha. La vieja se enamora del joven galán, y le declara sin vacilar su pensamiento, no atreviéndose él á quitarla toda esperanza, temeroso de que en su despecho lo eche de su casa.
De pronto, presentose en la puerta del salón, como no atreviéndose a entrar, un hombre vestido con una ropilla negra. Este hombre era el señor Manuel Perico, notario real de la ciudad de Granada, y apoderado del duque de Carvajal. Llevaba a la condesa de Pópoli el contrato de matrimonio. Isabel se estremeció.
Un mundo de peces voraces flota sobre mi cabeza; el hombre, mi cruel admirador, me da el castigo á que me ha hecho acreedora mi belleza. Perseguida en los mares de la India, hasta en las aguas del polo, he sentado mis reales en California, y se me exporta á toneladas.» No atreviéndose á salir la infortunada, ha encontrado un medio sutil para que llegue hasta ella el aire y el agua.
Entró primero el complaciente Villanueva, que evitó a S. M. tan lúgubre aparato, y pareció frustrada la aventura: pero pasado algún tiempo, terco el Rey en su empeño, no paró hasta lograrlo. Guardose mal el secreto, tomó cartas el Santo Oficio, y no atreviéndose con el Rey, procesó al protonotario prendiéndole en Agosto de 1644.
Por un buen rato, la mujer permaneció silenciosa en aquella postura, atreviéndose apenas a respirar, y luego fuese por motivo de alguna oculta simpatía nacida del contacto, o Dios sabe por qué, empezaron a estremecerla ciertos pensamientos.
Recorrió algunas otras desiertas en busca de su bastón de boj hasta que, recordando que lo había dejado en el palomar, hizo un gesto de pesar y no atreviéndose a empuñar otra vez el fatal instrumento descendió a la planta baja, también desierta, y salió a la calle. Delante se abría un anchuroso patio recientemente empedrado, cercado por elevada verja de hierro.
Por ellas se sabe el gran número de enfermedades que pueden curarse en la estación recomendada. Mas, pocas, poquísimas, dicen nada sobre lo más esencial que allí se va á buscar, la originalidad del sitio; no atreviéndose á declarar abiertamente lo malo y lo bueno, el lugar que dicho sitio ocupa en la escala de las estaciones. El libro es un elogio general, tan general, que muy poco instruye.
Mesía esperaba la presencia de Ana y así podía resistir la conversación de su amigo, pero muchas veces la Regenta no parecía por el gabinete de su marido, y el galán tenía que contentarse con el bock de cerveza y el teatro de Calderón y Lope. Pero ya estaba en casa. Poco a poco fue atreviéndose a ir a cualquier hora y Ana, sin sentirlo, se lo encontró a su lado como un objeto familiar.
Palabra del Dia
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