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Actualizado: 8 de junio de 2025


No tardó en llegar al pueblecillo y lo atravesó sin hacer ruido. Todo estaba en reposo. En las casas no había luz. Sólo al pasar por delante de una puerta escuchó las voces gangosas de algunas mujeres que rezaban el rosario. Dió la vuelta con precaución al palacio, pero no pudo colocarse delante de los balcones de la condesa, porque había demasiada claridad en aquel sitio.

Atravesó un gran salón que se llamaba el estrado; anduvo por pasillos anchos y largos, llegó a una galería de cristales y allí vaciló un momento. Volvió pies atrás, desanduvo todos los pasillos y discretamente llamó a una puerta. Petra se presentó en el mismo desorden de antes. ¿Qué hay? ¿se ha puesto peor? No es eso, muchacha contestó don Víctor. «¡Qué desfachatez!

Bajó a paso vivo por la húmeda pradera, después saltó a un camino que iba en dirección a la aldea. La tierra, cubierta de escarcha dura y seca, sonaba bajo sus pies. Llegó a la vista del pueblo y lo atravesó por el medio.

Y hoy sus huesos dispersos, En la estéril llanura, Blanqueados por los cierzos, Se estiman mas que el oro Y forman el tesoro Del mundo de Colon. Si existe una creencia Y un pabellon triunfante, Si es libre la conciencia, Si en libro de diamante Se esculpen altos hechos, Debémoslo á los pechos Que el hierro atravesó.

Reynoso atravesó el bosque por un lindo y retorcido camino enarenado que él mismo había hecho construir. Al cabo de algún tiempo de marcha el bosque dejaba de ser espesura sombría, impenetrable, y se transformaba en monte ralo de olmos y encinas por cuyos grandes claros pastaban algunas vacas negras y bravas con sus chotillos al lado. El pastor le salió al encuentro.

Entró don Santos en la tienda, que era como el Magistral se la había representado, y dejándose alumbrar por el sereno atravesó el triste almacén donde retumbaban los pasos como bajo una bóveda, y subió la escalera lentamente, respirando con fatiga. El sereno salió, después de entregar la llave al amo de la casa. Cerró de un golpe y se fue calle arriba. Obscuridad y silencio.

Margarita marchaba delante de como un fantasma blanco. No por qué no la llamé. Había dentro de un poder desconocido que me impedía hablar. Margarita bajó al corral, le atravesó... Llegó al postigo, sonó una llave en la cerradura. Entonces grité: ¡Margarita! ¿á dónde vas? Pero la puerta se había abierto, un hombre había aparecido en ella, y había asido á Margarita, sacándola fuera.

En vez de seguir el mismo camino y pasar á Entralgo por el puente del campo de la Bolera, Demetria bajó al río, lo atravesó por unas grandes piedras pasaderas que debajo de Cerezangos hay y siguió la margen derecha hasta dar pronto en la iglesia de Entralgo. Empujó con mano trémula la puerta y entró. Se hallaba el templo solitario en aquella hora.

¡Oh! ¡Dios mío! exclamó doña Clara. Y apartándose de la duquesa dió á correr, loca, anhelante, atravesó algunas habitaciones, y en una cayó entre los brazos de la reina que la había salido al encuentro. Oye, Clara, la dijo Margarita ; consuélate, enjuga tus lágrimas; te traigo buenas noticias. ¿Dónde está, señora? En la torre de los Lujanes. ¿Y puedo verle? .

En efecto, el pequeño cortaplumas, de que la costurera se había valido para asesinar a su pérfido amante, atravesó la chaqueta, el chaleco, la camisa y la camiseta. En cuanto a la carne aborrecida del seductor, había quedado enteramente incólume. No poco se alegró éste de volver al gremio de los seres vivos.

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