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Actualizado: 8 de junio de 2025
Mas cuando el alabardero de guardia a la puerta de la Saleta dio el golpe de alabarda que anuncia la llegada de un Grande de España, crecióse el orgullo de Currita, despertó de nuevo su energía, y armada de toda su audacia atravesó la antecámara y penetró en la cámara misma, dispuesta a comenzar la batalla, creyendo encontrar allí a la camarera mayor o al gentilhombre de servicio, o quizá a todos juntos.
Al fin, animada y más resuelta con el peligro de verse arrebatada al Africa, y allí mirarse combatida ferozmente en su amor y en su religión, se arrancó del querido hogar y atravesó los jardines y huertos, llena de amargura y zozobras. La tempestad aumentaba, y María iba entre la obscuridad y los árboles hacia el puente destruído, asustada con mil imágenes y fantasmas.
La presencia del Provisor interrumpió el juego. Los familiares se pusieron de pie y uno de ellos hermoso, rubio, de movimientos suaves y ondulantes, de pulquérrimo traje talar, perfumado, abrió una mampara forrada de damasco color cereza. De lo mismo estaba tapizada toda la estancia que se vio entonces y que atravesó De Pas sin detenerse. ¿Dónde estará, don Anacleto?
En pocos instantes la chalupa atravesó el río y atracó en la orilla, en medio de un enorme matorral de plantas acuáticas. Iban a desembarcar, cuando por la parte baja del río oyeron voces humanas y batir de remos. ¿Quién se acerca? preguntó el Capitán. Los piratas, sin duda respondió Van-Horn . Han oído nuestros disparos y vienen a atacarnos.
Con la misma serenidad atravesó los grandes salones de la casa sin dirigir una mirada a los muebles, y bajó por la anchurosa escalera de piedra sin notar vacilación alguna en sus lindos pies vestidos de raso blanco. Y sin embargo, ¡cuántos recuerdos quedaban a su espalda! ¡Cuántas horas de luz y de alegría!
Y de sus labios, que parecían empequeñecerse para ocultar la palpitación de un beso, se desprendía una singular y poderosa seducción. Un vértigo atravesó el alma de Muñoz. La angustia le oprimió, una angustia extraordinaria, en que se confundían los celos agudos con el temor sombrío de perderla.
La mujer lanzó una mirada ansiosa á aquella puerta. Montiño atravesó otra habitación, abrió otra puerta y se encerró en un pequeñísimo aposento, en el cual había un fuerte arcón, una mesa y algunas sillas. Pero todo tan empolvado, que á primera vista se notaba que no se había limpiado allí en mucho tiempo.
En veinticuatro días atravesó con su ejército cerca de 300 leguas de territorio; de manera que estuvo a punto de sorprender a pie algunos escuadrones del ejército enemigo que, con la noticia inesperada de su próximo arribo, lo vió presentarse en la Ciudadela, antiguo campamento de los ejércitos de la patria bajo las órdenes de Belgrano.
Atravesó como en un sueño Chartres, Nort, Burdeos, Bayona.... Empezó a respirar por fin el «aire internacional» de los Pirineos, y se dilató su pecho con un aliento profundo de esperanza. Llegando a España, recorrió con toda la rapidez posible la tierra que le llevaba a su valle norteño.
María besó a su madre en la frente, y poco a poco, procurando no ser notada, salió del salón por la puerta del comedor. Se detuvo en él a beber un vaso de agua azucarada y quedó un instante inmóvil con la mirada puesta en el vacío. La sombra de tristeza había obscurecido mucho más su semblante. Salió del comedor y atravesó un largo pasillo bastante obscuro.
Palabra del Dia
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