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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Replicóme que con don Sabas sólo había visto yo lo que le convenía a él que viera para los fines que llevaba, y yo necesitaba ver algo más, y aun estaba obligado a ello: por ejemplo, Promisiones. Atravesé todo el valle respondí , y conservo perfectamente su aspecto general en la memoria. No es bastante me replicó el médico . En ese valle hay un pueblo, que es el principal... Le vi también...
Pero yo estaba fuera de mí mismo: me dejé llevar y traer, atravesé patios y vi las aulas con absoluta indiferencia por aquellas nuevas sensaciones. Aquel mismo día, a las cuatro, Agustín, en traje de camino se trasladó a la plaza, en donde esperaba ya el coche de París, llevando por sí mismo todo su equipaje contenido en una pequeña valija de cuero.
Así y todo, como aquel recinto había albergado mi pensamiento, cuando llegué al antiguo vestíbulo, cuando oí el ruido de mis pasos resonando en los ecos de las capillas y del santuario y cuando las puertas trémulas crujieron girando con dificultad sobre sus goznes, con el corazón tan oprimido y con los ojos llenos de lágrimas, amargas y voluptuosas a la vez, atravesé los corredores resonantes y los patios devastados para llegar al pie de la escalinata de la terraza.
Cuando llegué a la puerta me detuve y lancé al interior una mirada ansiosa: sentada de espaldas a mí, delante de un piano estaba una mujer. Seguía cantando. Yo me acerqué silenciosamente, atravesé la habitación y quedé de pie, inmóvil, detrás de ella.
-Tú me harás desesperar, Sancho -dijo don Quijote-. Ven acá, hereje: ¿no te he dicho mil veces que en todos los días de mi vida no he visto a la sin par Dulcinea, ni jamás atravesé los umbrales de su palacio, y que sólo estoy enamorado de oídas y de la gran fama que tiene de hermosa y discreta? -Ahora lo oigo -respondió Sancho-; y digo que, pues vuestra merced no la ha visto, ni yo tampoco...
Llegué por la tarde un poco antes de cerrar la noche. Era el mes de noviembre. Me apeé a cierta distancia de la verja, en pleno bosque. Atravesé el patio de entrada sin ser notado. Al extremo de las habitaciones de servicio a la derecha brillaba luz en las cocinas. Dos ventanas se destacaban luminosas sobre la fachada del castillo.
Atravesé el alegro valle de Argelés y la ciudad de Lourdes; admiré la deliciosa capilla de Nuestra Señora de Bétharram, y me dirigí a Pau, que me atraía por más de un concepto.
Me lancé sobre él con la rapidez del rayo, y asiéndole por la garganta lo atravesé de parte a parte. El miserable cayó sobre el cuerpo de su víctima, lanzándome una maldición. ¿Había muerto el Rey? Mi primer pensamiento fue para él y corrí a su lado. Parecía cadáver; tenía una enorme herida en la frente y permanecía inmóvil, tendido en el suelo.
E inmediatamente atravesé corriendo un largo pasadizo y penetré por primera vez en una pieza de regular tamaño enteramente atestada de estantes verdes cubiertos de libros reunidos entre ellos por los tenues hilos de una multitud de telarañas.
Pero, me pareció tan acongojada, que si no atravesé la calle para ofrecerle mis servicios, fué porque no me tenía firme sobre mis piernas y me daba vergüenza... Explícame, pues, qué significa esta visita de tu tía a una casa donde no ha puesto los pies, desde que tú abriste los ojos.
Palabra del Dia
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