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Actualizado: 3 de junio de 2025


Innumerables cantores y trovadores vinieron á la corte, atraídos por las recompensas y honores que les aguardaban . La enumeración de las obras en prosa y verso, que aparecieron en esta época, en su mayor parte bajo la protección ó á impulsos de la reina Isabel, formaría un catálogo importante.

Necesitaba ver y saber, como el criminal que vuelve instintivamente al lugar donde realizó su delito. A mediodía empezaron á marcarse en el horizonte varias nubecillas. De todas partes acudían los vapores, atraídos por este ataque inesperado. El buque francés, que marchaba delante en la carrera de auxilio, moderó repentinamente su velocidad. Había entrado en la zona del naufragio.

Los habitantes de las cabañas y de los pueblecitos corrían hacia el camino, atraídos por esta música ruidosa que parecía venir de las nubes. Aquella noche el profesor Flimnap escribió un largo informe dirigido á sus superiores, en el que relataba la alegría del prisionero, insistiendo sobre la necesidad de proporcionarle diversiones para que gozase de buena salud.

¡Los gringos! ¡Vamos a ver a los gringos! decían los niños en el paseo, acudiendo curiosos, atraídos por los aplausos. Varias comisiones de sociedades italianas de Montevideo habían venido a saludar a su compatriota el conferencista ilustre de paso para Buenos Aires. Todos se lamentaban de que no descendiese inmediatamente en su ciudad; le pedían que volviera cuanto antes a Montevideo.

Otros, simples labriegos, españoles ó italianos, habían atravesado el Atlántico atraídos por la estupenda novedad de ganar seis pesos diarios por el mismo trabajo que en su país era pagado con unos cuantos céntimos.

Y el cura insistía en lo de los entierros, como si de todos los actos de hostilidad ó indiferencia para la religión, fuese este el más escandaloso y que más profundamente hería su pudor de sacerdote. A pesar de la agitación obrera, los amigos de Aresti sentíanse atraídos por otro asunto, del que hablaban con gran interés en sus francachelas nocturnas.

Y dormirán á poco; entónces, en la sombra, sueños de oro, en alegre tropel que el alma asombra, que nacen con los ruidos del dia al espirar, de léjos atraidos por sus labios de grana, cual vuelan las abejas sobre la flor lozana, de su lecho en los pliegues se vendrán á posar.

No era del país: debía ser maketo, de los que llegaban en cuadrillas de Castilla ó de León, empujados por el hambre, atraídos por los jornales de las minas. Un pantalón azul, con piezas superpuestas en las posaderas y las rodillas, oscilaba sobre sus zapatones claveteados, de punta levantada.

Los jóvenes argentinos que guiaban a la comitiva habían indicado varios lugares adecuados para el encuentro. Llegaban a ellos, y siempre les salían al paso transeúntes molestos, o veían próximas algunas casas que parecían vomitar niños y perros atraídos por la presencia de los automóviles. Un chófer, sin adivinar cuál era el propósito de los viajeros, había propuesto la excursión a Tijuca.

Una especie de grito de angustia se escapó de los labios de Magdalena y sin pronunciar una palabra, puestos los codos sobre el balconcillo que nos separaba del abismo, sintiendo que la enorme torre oscilaba bajo nuestros pies a cada embate del viento, atraídos por el inmenso peligro y como solicitados desde abajo por el clamor de la marea que iba subiendo, permanecimos largo tiempo en el más grande estupor, semejantes a personas que teniendo los pies apoyados en la frágil vida, un día, por milagro, corrieran la nunca oída aventura de mirar y de ver el más allá.

Palabra del Dia

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