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Actualizado: 30 de junio de 2025
Igualmente había abierto con su soplo el viejo túnel de Possilipo, cerca del cual existen una viña y una tumba, visitadas durante siglos como última morada del poeta. Los pilluelos, jugueteando en torno de la verja, arrojaban papeles y piedras al interior del templete. Les atraía la cabeza blanca del poderoso encantador, sintiendo á la vez admiración y miedo.
No necesitó de muchos esfuerzos para lograr que una res se apartase de la torada. Salió de ella un animal blanco, con manchas de canela, de enorme y colgante cuello y cuernos de punta finísima. Corrió hacia el fondo del cerrado, como si tuviese allí su «querencia», que le atraía irresistiblemente, y doña Sol galopó tras él seguida del espada.
Todos nos quedamos extasiados en su contemplación. Lo que primero atraía la vista era la ciudad. La hermosa sultana del Mediodía reposaba del lado de allá del río con blancura deslumbradora, que le da carácter africano. Eran las cuatro de la tarde. El sol la bañaba con sus rayos oblicuos, pero vivos aún y ardorosos.
Siguió; dio tres, cuatro pasos más sin resolverse a volver pie atrás, por más que el demonio de la seducción le sujetaba los brazos, le atraía hacia la puerta y se le burlaba con palabras de fuego al oído llamándole: «¡Cobarde, seductor de meretrices!... ¡Atrévete, atrévete con la verdadera virtud; ahora o nunca!...».
Pero aquí bajaron todos, y Sol misma, que se volvió pronto al carruaje, para acompañar a Ana, y animarla a tomar del breve almuerzo que los demás, sentados en torno de una mesa rústica, gustaban con vehemente apetito, sazonado por chistes que el piadoso Juan encabezaba y atraía, porque los oyese Ana desde su asiento en el coche, traído a este propósito cerca de la mesa.
No hay que ser tan escrupulosas dijo doña Manuela . Todos nos conocen, y porque un día nos vean salir a pie no van a imaginarse que nos falta el carruaje. Vamos, niñas, ¡a paseo! Y salieron de casa con el propósito de ir a cualquier parte menos a la Alameda. Pero el paseo las atraía; no sabían adonde ir, y al fin, insensiblemente, sin ponerse de acuerdo, encamináronse allá.
No sabía cuáles eran, pero le atraía su despacho, con todo aquel decorado de arrogantes retratos, moñas arrancadas a los toros y carteles que pregonaban su fama.
Mi queridísima España, representada en Irun, que todavía devoraba con mis ojos, me atraía poderosamente hácia sí, y por dos veces consecutivas avancé hasta la mitad del puente para enviarla mis votos por su engrandecimiento y prosperidad.
Hasta el indisputable mérito de donna Olimpia, su talento, su belleza y la fuerza misteriosa que había en todo su ser para dominar y cautivar a cuantos la veían y trataban, si bien complacían a Morsamor cuando pensaba que era suyo aquel tesoro, le ofendían más a menudo al considerar que su brillo atraía las miradas, la voluntad y la admiración de las gentes, y a él le dejaba obscurecido y como eclipsado.
No quiso aguardar Pedro más tiempo para dar un paso que lo atraía y lo inquietaba al mismo tiempo; encontró a aquélla rodeada de visitas, circunstancia que atenuó las dificultades de esta primera entrevista. Un apretón de manos bastante prolongado, un rápido cambio de profundas miradas fue toda la explicación que medió entre ellos.
Palabra del Dia
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