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Actualizado: 23 de junio de 2025
Unas se agachaban resguardándose tras el barandal de fábrica cuando venía la pedrada; otras asomaban la cabeza un momento y la volvían a esconder. Los proyectiles menudeaban, y con ellos las voces de aquella endemoniada mujer. Parecía una amazona.
Fue un día de fiesta para la cabeza del distrito la repentina visita del diputado, un señorón de Madrid, tan poderoso para aquellas buenas gentes, que hablaban de él como de la Santísima Providencia. Hubo gran paella en el huerto del alcalde; un festín pantagruélico, amenizado por la banda del pueblo y contemplado por todas las mujeres y chiquillos, que asomaban curiosos tras las tapias.
Rosa estaba entre ellas, moviéndose con más ligereza y garbo que ninguna, luciendo su talle flexible, que aprisionaba un pañuelo de Manila, regalo de su señor tío el americano D. Jaime, y adornada la cabeza con otro colorado de seda, por debajo del cual asomaban los rizos de su negro cabello. Un collar de gruesos corales le ceñía la garganta, y pendientes largos de perlas colgaban de sus orejas.
¿Pero éste quién es? preguntaba Rafael. ¿Por qué estaba tan desesperado? Un muchacho de Nápoles contestó por fin una tarde Leonora con voz triste, parpadeando, como si quisiera ocultar sus pupilas, en las que asomaban lágrimas. Un día le encontraron bajo los pinos de Posilippo con la cabeza atravesada de un balazo. Quería morir y se mató... Pero recoja usted todo eso y bajemos al jardín.
Nunca le pareció tan linda a Andrés. El pañuelo bermejo, por debajo del cual asomaban los rizos de un cabello negro y brillante como el ébano, hacía resaltar su rostro trigueño, iluminado ahora por una sonrisa y encendido por el rubor.
Hacia aquel ejido, en el cual había un poste con letrero anunciando venta de solares, caían las tapias de la huerta del convento, que eran muy altas. Por encima de ellas asomaban las copas de dos o tres soforas y de un castaño de Indias.
Diríase que eran las ideas, que cansadas de la oscuridad del cerebro se asomaban por los balcones de la nariz y de las orejas a ver lo que pasaba en el mundo. Cargábanle a doña Lupe sus pretensiones sermonarias y cierta grosería entremezclada con la soberbia clerical.
Y sonrieron los dos viendo ascender por los peldaños algunos pies de masculina dimensión, a pesar de que asomaban bajo una corola de faldas recogidas. Tras ellos subían enormes zapatos de hombre, embetunados y de fuerte morro, que dejaban en la alfombra una huella de pesadez.
Habían ya llegado al cortijo casi todas las bandas de trabajadores y en la puerta de la gañanía sacudíanse mantas y refajos, derramando a chorros el agua sucia, cuando Rafael se fijó en un pequeño grupo rezagado que se aproximaba lentamente bajo la cortina oblicua de la lluvia. Eran dos hombres y un borriquillo cargado con un serón, bajo el cual apenas si asomaban las orejas y la cola.
Bien decía doña Lupe que así como el primogénito se llevara todos los talentos de la familia, Nicolás se había adjudicado todos los pelos de ella. Se afeitaba hoy, y mañana tenía toda la cara negra. Recién afeitado, sus mandíbulas eran de color pizarra. El vello le crecía en las manos y brazos como la yerba en un fértil campo, y por las orejas y narices le asomaban espesos mechones.
Palabra del Dia
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