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Actualizado: 13 de junio de 2025
Sí, ella estaba allí, tan cerca, que sentía el fino aroma de iris con que perfumaba sus cabellos, tan cerca, que podía tocar el extremo de su vestido avanzando la mano. ¡Ay! tantas veces aquel ademán había hecho desvanecer su sueño, que no se arriesgaba ahora. María Teresa se sentía retenida en el canapé como por invisible lazo. Sin embargo, Juan no la miraba, ni pronunciaba una palabra.
Los maliciosos insinuaban que Simoun no se arriesgaba á quedarse solo, que, perdido su apoyo, no quería esponerse á las venganzas de tantos explotados y desgraciados, con tanto más motivo cuanto que el General que iba á venir, pasaba por ser un modelo de rectitud y acaso, acaso le haga devolver cuanto había ganado.
Pero ni el nene había soñado jamás con la piedra filosofal, ni reparaba en los rendimientos de sus empresas cuando maldito el capital arriesgaba en ellas.
Pero Castro se guardaba de añadir que muchas veces pedía prestado á Spadoni su archivo para comprobar los propios cálculos, y á pesar de burlarse de sus invenciones, arriesgaba sobre ellas algún dinero, por una superstición de jugador que cree en el instinto de los inocentes. Después del almuerzo, los dos se apresuraban á marcharse al Casino.
Verdad es que había oido hablar de pintores estrangeros como Rafael, Murillo, Velazquez, pero no sabía cómo dirigirse á ellos, y luego puede que salgan algo sediciosos... Con cromos no se arriesgaba nada, los filipinos no los hacían, le salían más baratos, el efecto parecía el mismo, si no mejor, ¡los colores más brillantes y muy fina la ejecucion! ¡Vaya si don Timoteo sabía como arreglarse en Filipinas!
Se sentía orgullosa de poder probar al médico que era demasiado prudente; se complacía en una locura heroica y arriesgaba su vida por el amor a don Diego. No se supo qué cantidad de yodo había aspirado, ni cuánto tiempo había prolongado aquella fatal imprudencia.
Ambos nos hallábamos profundamente conmovidos. Me senté para escribir el decreto que debía de entregarle, y dije: Apenas puedo escribir; la herida del dedo me impide todavía moverlo. Era aquella la primera vez que me arriesgaba a escribir, a excepción de mi nombre y a pesar de los esfuerzos que había hecho para imitar la letra del Rey, distaba mucho de la perfección.
Hizo una pausa, mondó el pecho, y, como un figurante, recitó el siguiente discurso: Hoy día, ¡voto a Cristo!, no hay escudo que defienda como el que suena en la bolsa, atambor que haga marchar mejor que los doblones, reales más lucidos que los de plata. Antaño se arriesgaba la vida por la gloria del rey, hogaño por su rostro acuñado en Segovia.
Al hombre que arriesgaba su vida en todos los momentos por una causa útil a sus semejantes, ha sustituído el que la arriesga por las nonadas de la vanidad o la soberbia. Al caballero ha sucedido el espadachín. Quedáronse los contertulios comentando la serenidad del conde. Se le ensalzó aunque no muy vivamente ni por mucho tiempo. Es regla primera del buen tono no asombrarse jamás.
El hotel estaba situado cerca de la Puerta del Sol, y llegaban hasta ella el ruido y el movimiento de la gente que iba a la corrida. No; no podía permanecer en esta habitación extraña mientras su marido arriesgaba la existencia. Necesitaba verlo.
Palabra del Dia
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