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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Leonora parecía embriagada por el perfume viril de aquellas amenazas de pasión salvaje. Rafael, al ver cabizbaja y silenciosa a la artista, creyó que la habían ofendido sus palabras, y se arrepintió de ellas. Debía perdonarle, estaba loco. Se exasperaba ante su resistencia inexplicable. ¡Leonora! ¡Leonora! ¿A qué empeñarse en estorbar la obra del amor?
La Reina no tardó entonces en reprender severamente a su dama favorita. Doña Sol se arrepintió, lloró y prometió enmendarse.
Los pequeños moradores de aquella soledad apenas se apartaban del camino de la niña. Cierto es que una perdiz, seguida de diez perdigones, se adelantó hacia ella con aire amenazador, pero pronto se arrepintió de su fiereza y se volvió tranquila al lado de su tierna prole, como diciéndoles que no tuvieran temor.
Apresuradamente por el temor de que la cigüeña se fuese a la India sin llevar prenda suya, y con vehemente exaltación, sublimada por la soledad y como destilada en el encendido alambique de sus ocultas cavilaciones, escribió Poldy la apasionada carta que acabamos de transcribir; mas no bien voló la cigüeña, llevándosela colgada en el cuello, Poldy se arrepintió y aun se avergonzó de haber escrito la carta, mostrándose tan tierna y tan afectuosa con un desconocido.
E hizo señas a un cochero sentado en el pescante de un carruaje mallorquín, vehículo ligerísimo, montado sobre cuatro ruedas finas, con alegre toldo de lona blanca. Febrer, al verse fuera de Palma, en plena campiña primaveral, se arrepintió de su vida presente. Llevaba un año sin salir de la ciudad, pasando las tardes en los cafés del Borne y las noches en la sala de juego del Casino.
9 ¿Quién sabe si se convertirá y se arrepentirá Dios, y se convertirá del furor de su ira, y no pereceremos? 10 Y vio Dios sus obras, porque se convirtieron de su mal camino; y se arrepintió del mal que había dicho que les había de hacer, y no lo hizo. 1 Pero Jonás se apesadumbró en extremo, y se enojó.
Pero se arrepintió bien pronto de su ligereza, cuando sintió sobre sí una mirada fulminante y oyó una voz severa diciéndole: Hermano, durante un mes tendrá su celda por encierro y ayunará á pan y agua. Desde hoy comienzan la reclusión y el ayuno. Váyase en paz.
Después se arrepintió de esta fuga, por considerarla una cobardía, quedando inmóvil, en actitud desdeñosa. Llegó Ricardo y se quitó el sombrero, bajando los ojos humildemente. Quería hablar, pero no encontraba las palabras. Además, ella no le dió tiempo para expresarse. ¿Qué busca usted? dijo con dureza . ¿Es que le ha despedido su gringa? Aquí no se admiten puchos de otra.
Así que salieron los frailes, Belarmino se arrepintió de su promesa. Pasó la noche en claro, caviloso y febril. Dábase golpes en la cabeza, requiriendo socorro y consejo de su habitante interior; pero el Inteleto estaba distraído o ausente y no acudía al llamamiento.
Se arrepintió de haberse aventurado sin luz en aquella estancia que no tenía un pie cuadrado libre de estorbos. Pero ya no era cosa de volverse atrás. Dio un paso sin apoyarse en la pared, siguió de frente, con las manos de avanzada para evitar un choque.... ¡Ay! ¡Jesús! ¿Quién va? ¿quién es? ¿quién me sujeta? gritó horrorizada.
Palabra del Dia
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