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Actualizado: 12 de mayo de 2025


Tenía yo entonces... eso es, veintinueve años; y ya hacía siete cumplidos que estaba casado. Es una barbaridad casarse tan joven. Aunque no tengo motivo para arrepentirme, no aconsejaré a nadie que lo haga. Vine a parar a esta misma casa, esto es, a la misma posada; la casa estaba entonces situada en la calle del Barquillo.

El CAPELLÁN ¡Y no han temido la cólera divina! Y tampoco temen la mía, Don Manuelito! ¡El Señor pudo enviar sobre sus cabezas un rayo que los aniquilase! Yo pude enviarles un tiro. ¡Son como fieras! Son lobeznos, hijos de lobo. El Señor Don Juan Manuel nunca ha sido como ellos. ¡Yo he sido siempre el peor hombre del mundo! Ahora siento que voy a dejarlo, y quiero arrepentirme.

Pero Elena le repelió para que no pasase más adelante en sus caricias, y con una gravedad de mujer que sabe plantear los negocios, continuó hablando: Si llegase á decir «acepto», sería con la condición de que nos marchásemos hoy mismo. De no ser así, podría arrepentirme... Además, ¿por qué seguir más tiempo en este rincón odioso? Todos son enemigos míos.

Tenía yo entonces... eso es, veintinueve años; y ya hacía siete cumplidos que estaba casado. Es una barbaridad casarse tan joven. Aunque no tengo motivo para arrepentirme, no aconsejaré a nadie que lo haga. Vine a parar a esta misma casa, esto es, a la misma posada; la casa estaba entonces situada en la calle del Barquillo.

Me parecía que doce mil duritos no eran de despreciar por quien nada tenía que ver con ellos, máxime cuando no se le compraba ningún servicio extraordinario, sino tan solo que se callase y dejase hacer. Para no volverme atrás de este propósito, hablé del asunto al conde. Si tuviera mucho tiempo para rumiarlo, es casi seguro que concluiría por vacilar y arrepentirme; me conozco bien.

Por más que lo procuré, no me fué posible evitar las consecuencias de mi perversidad. Aquello fué tremendo, la viejecita echaba fuego y la reprobación de mi conducta era unánime. En lo sucesivo tuve muchas veces ocasión de arrepentirme de haber provocado las iras de Tía Juana.

Deseo hacerte comprender las vacilaciones de mi espíritu, y de qué suerte, con incesantes alternativas, paso de la tranquilidad apacible al dolor desesperado. Nunca engañé, ni ofendí, ni robé, ni herí a nadie. En nada de esto pequé ni tengo de qué arrepentirme. En ocasiones, la fe perdida renace en .

Crea V. que es una buena persona, un santo, y que no le incomodará poco ni mucho. Y así fué la verdad. En los quince días que D. Ramón estuvo en Madrid no tuve razón para arrepentirme de mi condescendencia. Era el fénix de los compañeros de cuarto.

Pronto tuve ocasión de arrepentirme de tal confianza. A eso de las diez, aunque ya era tarde para , se empeñó en dar una vuelta por casa de Anguita, y le acompañé no de buen grado. Estaba allí Daniel, más locuaz y alegre que de costumbre, conversando animadamente en un grupo de niñas.

Pensé en lo que podía suceder si llegaba mi marido a concebir ciertas dudas, y comencé a arrepentirme de haber engañado a ese hombre para tan bueno... En aquellos momentos descendió sobre la gracia del cielo y mis ojos se abrieron a la luz; tuve horror de mi conducta y he tratado de hacerla olvidar, humillándome ante Dios y confesando mis pecados... He cumplido las más duras penitencias que se me han impuesto, y nada eran si las comparaba con la angustia que me oprimía el corazón a la sola idea de que mi marido llegase un día a descubrir mi crimen... Cuando creía acabado mi suplicio, perdonada mi falta, asegurada por completo mi tranquilidad, surge usted de nuevo en mi camino... Al verle comprendí que mi verdadero sufrir comenzaba ahora y ya ve cómo no me he engañado... ¡Dios mío, Dios mío! ¿Será preciso que...? En fin, le he dicho la verdad, toda la verdad, señor Delaberge, y pues la sabe usted ya, yo se lo ruego juntas las manos, sea usted bueno y honrado: haga como si nada supiese y déjenos...

Palabra del Dia

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