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Actualizado: 5 de mayo de 2025
La poética criatura se había casado con don Camilo, pocos meses antes y era feliz, muy feliz. Don Camilo tenía una renta considerable, era hombre público y hasta hombre distinguido. ¡Sentí la desesperación, la horrible desesperación que se siente ante lo imposible, ante la muerte, ante lo irremediable, y pensé si el alma podría arrancarse del cuerpo y arrojarse como inútil estorbo de la vida!
Luego la vi alzarse lentamente, arrancarse su corona de rosas, y luego irse despojando de sus joyas, de sus ropas; vi enteramente su hermoso cuello: sus redondos hombros; luego su cabellera destrenzada agrupándose de una manera maravillosa a ambos lados de su semblante; al fin se volvió y se alejó lentamente; se abrieron las cortinas de la alcoba y volvieron a cerrarse.
Pero Adriana la apuraba con impaciencia, angustiada; ya no hubiera podido arrancarse a la ansiedad con que devoraba los secretos de Laura. El diario, después de referir las dolorosas consecuencias que tuvo la intervención de Zoraida, aparecía con una página en blanco. Luego se reanudaba, según la fecha, siete años más tarde. "5 de junio de 19...
Pronto hubo de sospechar que si Baldomerito no le hablaba de amor explícitamente, era por pura cortedad y por no saber cómo arrancarse; pero que estaba enamorado hasta las gachas, reduciéndose a declararlo con delicadezas, complacencias y puntualidades muy expresivas. Sin duda el amor más sublime es el más discreto, y las bocas más elocuentes aquellas en que no puede entrar ni una mosca.
Es igual, Merweg, es igual; también los otros sembraron de huesos la maleza. ¡Y la Luna vio a sus mujeres arrancarse los cabellos durante tres días y tres noches! ¡Oh, qué horrible jornada! ¡Oh, los perros, se han ensoberbecido con su gran victoria! ¡Que la maldición caiga sobre ellos!... ¡Malditos sean! El loco había arrojado al suelo la corona y la recogió sollozando.
Sus brazos se abrieron y buscaron en el aire un punto de apoyo. Trató de arrancarse el estilete de acero que tenía clavado, dió dos pasos vacilantes, sus rodillas flaquearon y cayó dando un suspiro aterrador. Al caer, la aguja se lo introdujo hasta la cabeza de zafiros. Sufrió una convulsión que le hizo volverse de espalda y se quedó inmóvil.
Con el pañuelo se secaba el llanto, pero se restregaba el pañuelo con violencia por las mejillas y por los labios, como si quisiese arrancarse la piel y los besos que en ella había estampado el príncipe indio, convertido ya en chamarilero israelita. Luego que Poldy consiguió sosegarse un poco, cayó en muda y honda melancolía. Nada dijo a su hermano ni a su aya.
En el espejo pudo ver Fortunata la cara pálida y contraída de Maxi, cuya susceptibilidad nerviosa se manifestaba en un movimiento vibratorio de cabeza, la cual parecía querer arrancarse por sí misma del tronco. Disculpose ella como pudo; pero él, en vez de calmarse, siguió quejándose de que le mortificaban adrede, de que se proponían acabar con él.
También allí la guerra social produce sus estragos; también allí los hombres aparecen envueltos en ese torbellino de «la lucha por la existencia.» Lo mismo que en la gota de agua las mónadas y los vibriones procuran arrancarse la presa unos á otros, igual sobre las márgenes cada planta busca quitar á la vecina su parte de sombra y humedad.
Los señores Le Bris y Delviniotis acostumbraron suavemente a Germana a este medicamento nuevo. En su impaciencia por curar hubiera querido arrancarse su mal a viva fuerza; pero ellos no le permitían más que una inspiración diaria y aun muy corta: tres minutos, cuatro a lo más. Con el tiempo aumentaron la dosis y a medida que la curación avanzaba llegaron a darle hasta dos centigramos diarios.
Palabra del Dia
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