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Actualizado: 5 de mayo de 2025


Petronila está ya acostumbrada a esa vida de las embajadas y de las recepciones. ¡Cualquiera la acostumbra a vivir en una casita en Flores o en Belgrano, después de haber alternado con princesas, duquesas y marquesas! ¡Tan luego ella!... que es de lo más aristócrata y no habla más que de gente copetuda. Cuando el Centenario se hizo lo más amiga de la infanta Isabel.

El Marqués tenía el arte de saber darse tono a la pata la llana, como él decía en la prosa más humilde que habló aristócrata.

Esto lo dijo con un airecito de seguridad impertinente, en el cual adivinaba yo este pensamiento: «¡qué he de ser rechazado!...» Y ... ¿qué le dijiste? Estuve por darle allí mismo unas calabazas más redondas y más duras que su cabeza. Pero me contuve. Me daba cierta lástima apabullarle en su doble orgullo de rico y de aristócrata. En estos casos las disposiciones deben ser mutuas.

Era un aristócrata. Generalmente el salón de baile se enseñaba a los forasteros con orgullo; lo demás se confesaba que valía poco. Los dependientes de la casa vestían un uniforme parecido al de la policía urbana. El forastero que llamaba a un mozo de servicio podía creer, por la falta de costumbre, que venían a prenderle. Solían tener los camareros muy mala educación, también heredada.

¡Oh, perfectamente, perfectamente! Y buscaba el de la Barcaza una silla junto a una jamona aristócrata que estaba sola. Paco tenía otra vez en Vetusta a su prima Edelmira y «le hacía el amor por todo lo alto», aunque a su madre no le gustaba, porque era feo engañar a una prima. Joaquín Orgaz había prometido cantar por lo flamenco a los postres.

No, señor: de lo que estoy seguro es de que haría usted bien en darlo aunque le hiciese falta respondió gravemente el sacerdote. El aristócrata le miró aún con más interés y quedó unos instantes pensativo. Luego alzó los hombros con indiferencia. ¡Ps! Yo no hasta qué punto es eso cierto. Suponiendo que mi dinero sirviese para que vivan esos huérfanos, no es gran favor el que les hago.

Cada niña aristócrata no necesitaba más cuidado que prohibir a su novio formal el futuro esposo hacer el amor a la huérfana, a lo menos en presencia de su futura. Si Anita se descuidaba, pensaban las herederas, podía verse comprometida sin ninguna utilidad. Dentro de la nobleza no era probable que se casara.

Un noble de traza innoble, joven aún pero bien estropeado; el pelo lacio, las mejillas hundidas, la nariz amoratada, la voz aguardentosa, los ojos levemente torcidos y aviesos. A Elena le produjo malísimo efecto aquel aristócrata que tenía todo el aspecto de un caballero de industria. Además hablaba con un cinismo repugnante bien lejano del culto e ingenioso de Núñez.

Una joven perteneciente a los Morenos ricos casó con un Pacheco, aristócrata segundón, hermano del duque de Gravelinas, y de esta unión vino Guillermina Pacheco a quien conoceremos luego.

En cambio, si quiere entrar en la política, o si es aristócrata, se compra unos floretes, unas zapatillas y una careta y se inscribe en una academia de esgrima. En Inglaterra no existe el honor caballeresco, y en Barcelona, tampoco. Un barcelonés puede ser un hombre muy digno y hasta un hombre muy sinvergüenza sin necesidad ninguna de tener honor; pero no así un madrileño.

Palabra del Dia

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