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Actualizado: 20 de junio de 2025
Es ley de la naturaleza, y por lo tanto santa y respetable, que para que unos gocen padezcan otros.... Vosotras, hermosas señoras, sois las herederas de aquellas ilustres damas romanas que enviaban a estas minas sus esclavos a arrancar el bermellón para embellecer su rostro, y de aquellas otras árabes que lo hacían traer para decorar sus minaretes en los alcázares de Córdoba y Sevilla.
Pero tal vez exageramos el aspecto sombrío que indudablemente caracterizaba la manera de ser de aquel tiempo. Las personas que se hallaban en la plaza del mercado de Boston no eran todas herederas del adusto y triste carácter puritano.
Sin duda, el flexible y tornadizo espíritu de la mujer se plegó a unas amonestaciones como se había sometido antes a otras. ¿Supieron el fracaso del propagandista sus superiores jerárquicos? ¿Le consideraron inútil para desengañar del mundo a herederas de millones? Un día se notó su falta a la hora de la comida, los demás hablaron de él como miembro que se amputa, y luego le rezaron por muerto.
Admitió así, con mayor indulgencia de la acostumbrada, buen número de herederas pertenecientes a la alta banca francesa y cosmopolita, contando astutamente con que las intimidades de la vida de campo ofrecerían la deseada ocasión y harían madurar el perseguido proyecto, descartando con maquiavélica experiencia a las casadas jóvenes y bonitas, quienes podrían distraer la atención del neófito, en secundarias bagatelas.
Allí, como en nichos, habitaban las herederas de muchas familias ricas y nobles; habían dejado, en obsequio al Crucificado, el regalo de su palacio ancho y cómodo de allá arriba por la estrechez insana de aquella pocilga, mientras sus padres, hermanos y otros parientes regalaban el perezoso cuerpo en las anchuras de los caserones tristes, pero espaciosos de la Encimada.
A veces, tiene un smocking para conquistar, en los hoteles de moda, ricas herederas o políticos influyentes. A veces, tiene un frac, y en algunos casos excepcionales, puede presentar hasta un chaquet; pero, desde luego, no tiene nunca levita. Y es verdaderamente absurdo esto de pertenecer a una clase que se caracteriza tan sólo por el uso de una prenda que no usa jamás.
Brindo por el Ejército Nacional, por las Fuerzas Armadas de la República y por su ilustre y glorioso jefe, por estas fuerzas armadas que han demostrado ser dignas herederas y sostenedoras gloriosas de aquel ejército libertador que hizo la independencia de nuestra patria con tanta gloria y grandeza como la sabrán mantener y conservar nuestras Fuerzas Armadas.
Cada niña aristócrata no necesitaba más cuidado que prohibir a su novio formal el futuro esposo hacer el amor a la huérfana, a lo menos en presencia de su futura. Si Anita se descuidaba, pensaban las herederas, podía verse comprometida sin ninguna utilidad. Dentro de la nobleza no era probable que se casara.
Palabra del Dia
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