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Pero morir en plena juventud, ¿qué digo morir? matarse, arrancar de una vez todas las raíces, romper todos los hilos que nos ligan a este mundo, aniquilar todos los sueños de nuestra imaginación, ahogar todo nuestro amor, después de apurar el primer sorbo, abdicar del vigor y de la fuerza que da vida a nuestro cuerpo, renunciar a la felicidad que vislumbramos a través de un horizonte risueño y dilatado, abandonar la vida cuando apenas se ha comenzado a vivir, llevándose consigo creencias, sentimientos, ilusiones y quimeras, eso que constituye un sufrimiento espantoso; eso que es morir de veras.

Habían pasado algunas horas de una tortura aguda que se hacía más dolorosa a medida que me alejaba de ella. Mandé al conductor que volviese a Madrid. Luego, le ofrecí una recompensa por cada minuto que ganase. La silla de postas volaba. Yo me había propuesto apurar mi destino cediendo sin resistencia a los impulsos de mi corazón.

La vida diplomática tiene, es cierto, nobilísima esfera de acción, pero para un hombre de esas condiciones se asemeja a un suicidio moral. Porque si las funciones diplomáticas permiten disponer de ocios, es preciso llenarlos, y si no se les llena con la labor literaria, un temperamento demasiado activo corre peligro de emplearlos en apurar hasta las heces el cáliz de Capua, y ese cáliz es fatal.

Don Pedro, a pesar de la urgencia alegada para apurar a Julián, aguardó dos minutos en la puerta, quizás con la ilusión recóndita de ser detenido por la muchacha; pero al fin, encogiéndose de hombros, salió delante, y echó a andar por la senda abierta entre viñas que conducía al crucero.

La actividad de Nazaria y su inteligencia no bastaban a atenuar los malos efectos de la holgazanería de López, el cual no sólo derrochaba en torpes fraucachelas lo adquirido con sus malas artes y conexiones políticas, sino que también sabía apurar, dejándolos en las puras tablas, los cajones del mostrador, llenos del pingüe esquilmo de la mañana.

Ya hacía largo rato que los pacíficos habitantes de Toledo habían cerrado con llave y cerrojo las pesadas puertas de sus antiguos caserones; la campana gorda de la catedral anunciaba la hora de la queda, y en lo alto del alcázar, convertido en cuartel, se oía el último toque de silencio de los clarines, cuando diez ó doce oficiales que poco á poco habían ido reuniéndose en el Zocodover, tomaron el camino que conduce desde aquel punto al convento en que se alojaba el capitán, animados más con la esperanza de apurar las prometidas botellas, que con el deseo de conocer la maravillosa escultura.

Le siente en los labios... Ten la copa un instante mientras la incorporo yo... Así... ¡Nieves!... ¡Nieves!... Dame la copa . ¡Nieves!... un sorbito de esta bebida para entrar en calor... A ver, poquito a poco... Allá va... ¡Lo paladea, Cornias, lo paladea... y entreabre los ojos! ¡Sea Dios bendito!... Otro sorbo más, Nieves, hasta apurar la copa, aunque le repugne a usted: es esencia de vida... ¡Ajá!... Prepara otra, Cornias, por si acaso... Mira, hombre, ¡todavía conserva en el pecho parte de las flores que se había prendido esta mañana!... Sobre que se están cayendo... Toma.

A la marquesa le quedaba todavía un otoño muy agradable que explotar, si hubiera querido apurar las cosechas hasta la vendimia inclusive. Contaba aún con muchos, con muchísimos golosos; porque más varios que las estaciones de la vida son los gustos de los hombres viciosos y desarreglados.

Y sin levantar la vista de la mesa, comenzó a apurar rabiosamente las cañas que tenía delante. Fermín dijo de pronto mirando a su amigo con los ojos enrojecidos. Yo estoy loco... loco perdío. Ya lo veo contestó Montenegro flemáticamente, sin dejar de comer. Fermín; paece que un demonio me sopla a la oreja las mayores barbaridades.