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Iba asimismo á buscar en él alguna luz sobre aquel misterio; pero ¡caso extraño! el P. Jacinto, todo franqueza y jovialidad antes, se había vuelto muy grave, muy misterioso y muy callado. Don Fadrique entrevía, no obstante, que el padre Jacinto aprobaba la resolución de Clara de ser monja.

El Cigala, que era de la misma opinión, andaba por reconciliarse con el Virrey, porque aunque al principio aprobaba la empresa, diciendo que no era menester para ella más que pan y paciencia, después anduvo remontado con los demás; y viendo ya que estaban al cabo y que le había menester en Sicilia para cobrar el sueldo de sus galeras, ya siete, y el Guimarán por no tener designio á más de lo que les cumplía, fueron parte á hacer perder el armada.

Pero abriendo aquella ventana que tenía vistas al cielo, ya no había que temer». La Regenta habló de Santa Teresa con entusiasmo de idólatra; el Magistral aprobaba su admiración, pero con menos calor que empleaba al hablar de ellos, de su amistad, y de la piedad acendrada que veía ahora en Anita. Don Fermín tenía celos de la Santa de Ávila.

En este particular don Carlos aprobaba el criterio de doña Camila; precisamente él creía que el Misterio de la Encarnación era como la lluvia de oro de Júpiter; y remontándose más, en virtud de la Mitología comparada, encontraba en la religión de los indios dogmas parecidos. Ana en casa de su padre disponía de pocos libros devotos. Pero en cambio, sabía mucha Mitología, con velos y sin ellos.

Con la boca llena de merengue contestaba a sus sobrinas, que estaban cada vez más alegres, y aprobaba bondadosamente los cuidados de su hermana por tenerle contento. Ahora había que retirar el vino de los Escolapios: «no estaba en carácter»; y por esto el viejo saludó alegremente la aparición en la mesa de las botellas de licor de diferentes formas y clases.

En otro curso pasó a Barcelona, y sucesivamente fue viajando de Universidad en Universidad, según el humor de los catedráticos y su benevolencia con los alumnos. Su carrera no adelantó gran cosa. Aprobaba ciertos cursos por un azar feliz en el momento del examen o por la tranquila audacia con que hablaba de lo que no sabía. En otros se atascaba, no pudiendo seguir adelante.

Ana, aunque Álvaro no se atrevía a ser muy explícito en este particular, comprendía lo que su amigo, nuevo hermano, quería decir y aprobaba su prudencia. Por todo lo cual pudo el Provisor atreverse a insinuar aquel deseo que en otro tiempo hubiera sido impuesto en un decreto sin exposición de motivos. Ana fue a La Costa.

Dorotea , joven madrileña, cuyo esposo estaba ausente, y tan lejos que no se esperaba su vuelta, había conocido á Lope en ciertas reuniones, y le dió á entender que aprobaba su inclinación; viéronse, en efecto, después los dos enamorados, pareciéndoles desde el primer instante que se habían conocido y amado toda su vida.

Le contestaste que a tu juicio los modernos no pueden sentir y comprender el valor de las leyes con la ciencia de los atenienses o los romanos, que las vivían, las dominaban y sabían por eso apartarse de ellas sin apartarse de la justicia. El profesor de Derecho Romano te aprobaba con la cabeza. Pero López Azúa se te quedó mirando como si hubieras dicho el mayor de los disparates.