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Montbreuse, en quien veo a un hombre de bien, pero a quien una austeridad exagerada de principios, fortificada quizá por algún orgullo natural, hace con frecuencia escéptico sobre la virtud, me ha demostrado, no obstante, con un apretón de manos, que estaba satisfecho de . En fin, mi madre, después de algunas palabras triviales, ha pedido su coche y yo la he acompañado.

Pero así y todo, o quizás por lo mismo, en aquella visita no se rió una sola vez con las veras de antes; ya al despedirme yo «hasta la vuelta» con un apretón de manos muy elocuente, tuvo que darme con los ojos acobardados la respuesta que le faltó en sus palabras descosidas.

Antes los galanes, cuando no podían comunicarse con sus amadas, las citaban en las iglesias, donde la religiosa oscuridad protegía el trasiego de las cartitas, el apretón de manos u otro desahogo de peor especie, mientras los padres embobados contemplaban las llamaradas del cuadro de Ánimas del Purgatorio.

¡El amor de una mujer!... ¡de una mujer mortal!... ¿qué entiendes por ello?... ¿Una sonrisa llena de encanto, un timbre de voz que turba y trastorna los sentidos, un apretón de una mano que quema?... Ya qué es eso.

Feliciana cerraba los ojos, estremecida por el chaparrón de besos, vibrando su virgen sensibilidad con el apretón de los masculinos brazos, sintiéndose próxima a caer al suelo, como si las piernas temblorosas no pudiesen sostenerla, murmurando entre suspiros dulces: Basta... déjame... Que me matas: que grito... Asesino...

Gracias, Tristán, gracias repuso don Germán a su vez conmovido y apretándole la mano fuertemente . Ya somos hermanos, y puesto que el parentesco ha borrado la diferencia de edad llamémonos de en adelante. Como quieras dijo Tristán devolviéndole con creces su apretón . No olvidaré jamás tu generoso proceder y que te debo la felicidad. Se separaron.

Mauricio tuvo tal acceso de alegría, que saltó al cuello de Fortunato, pero éste dijo sonriendo y defendiéndose mal del apretón: ¡No es á mi á quien debes abrazar, majadero! Y les impulsó el uno hacia el otro. Por primera vez Mauricio, cogiendo á Herminia en los brazos, la estrechó contra su corazón y desfloró con sus labios aquella rubia cabellera.

Emma se agarró con más ansia, con más confianza al robusto cuello y al pecho de su marido, que sintió en el contacto de las uñas y en el apretón fortísimo, nervioso, una extraña delicia nueva, la presencia indirectamente revelada del ser que esperaba con tanto deseo.

¡Vaya si lo es! replicó Miguel, posando su mano sobre la de ella y dándole un cariñoso apretón. La chica no se movió: ambos guardaron silencio unos instantes. ¿Vamos a jugar un poco a las prendas? dijo una de las jóvenes así que Juanito hubo terminado su repertorio. Comenzó el juego de prendas.

Instaladas en la diligencia las señoras, volvimos a la casa y estrechamos, silenciosos y con solemne gravedad, la mano del paralítico Juan, reponiéndole en su asiento después de cada apretón de manos.