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Ni Lázaro persuadió al público, ni este aplaudió al orador. Un público no persuadido y un orador no aplaudido se rechazan, se repelen con energía. "Es preciso que calles," hay que decir á éste. "Es preciso que te marches," hay que decir á aquél. El joven aragonés había tenido la peor de las tentaciones: la tentación de ser largo y difuso.

Alfieri compuso un elocuente y hermoso libro sosteniendo esta tesis y yo le he aprobado y aplaudido. Pero aquí surge la antinomia. Trataré de explicarla. Yo creo á pie juntillas en el progreso indefinido. El término ideal de este progreso es, en mi concepto, individualista.

Los parias del arte, siempre en espera de contrata, saludan con veneración y hablan del castillo del lago de Como comprado por el gran tenor, de las deslumbrantes joyas de la eminente tiple, del modo gracioso con que se coloca el sombrero el aplaudido barítono, y en sus palabras de admiración hay un sabor de amargura contra el destino, un estremecimiento de envidia, la convicción de ser tan dignos como ellos de tales esplendores, la protesta contra la mala suerte a la que atribuyen su desgracia.

Algunas la habían oído en América, otras la habían aplaudido recientemente en Covent-Garden, y todas la conocían, pero ninguna la había visto de cerca y su reputación de artista así como su belleza de mujer hacían que su presentación fuese un verdadero acontecimiento. Marenval y Tragomer fueron acogidos favorablemente.

Lope de Vega, el más furibundo, el más brutal, el más enorme de todos los modernistas, puesto que rompe con una abrumadora tradición clásica, será, sin duda, aplaudido por los viejos cuando se representa una obra suya, ¡una obra que es un insulto a Aristóteles, a Vida, a López Pinciano y a la multitud de gentes que creían en ellos, es decir, a los viejos de aquel entonces!

Dejando para los que escriban la historia del arte escénico el seguir paso á paso la carrera artística de la Rosa Pérez, á quien sus contemporáneos elogiaron mucho, diré sólo que esta carrera tuvo súbitamente fin, término y acabamiento, cuando no lo esperaban, ciertamente, los finos apasionados de la actriz, ni el público, que tantas y tantas veces le había aplaudido al verla en escena interpretar los más diversos papeles.

Pero dime: ¿desde cuándo te has metido á orador? No sabía yo que en Ateca hubiera tanta elocuencia. Te habrán aplaudido los segadores en las eras, y te has creído por eso un Demóstenes. El fanático reía con tan maligno acento de sarcasmo, que á Lázaro le parecía tener delante un grotesco demonio. Cada palabra abría en el corazón del pobre prisionero una nueva herida, y le abatía y avergonzaba más.

Le había preguntado por su matador, mostrando deseos de que se lo presentase. ¡Era un tipo tan original! ¡tan español!... Dice que te ha visto matar varias veces: una en Madrid, otra no dónde... Te ha aplaudido. Reconoce que eres muy valiente... ¡Mira que si tomase varas contigo! ¡Qué honor! Ibas a ser cuñado o algo por el estilo de todos los reyes de la baraja europea.

Gracias a que era un «vate aplaudido» en la Juventud Católica y tenía ideas muy cristianas; que si no, a la vista de tamaña traición hubiera sido capaz de ahogar su dolor cometiendo la más atroz barrabasada, por ejemplo, dando un adiós patético a la ingrata, y arrojándose después de cabeza en aquel caldero de aceite hirviendo donde volteaban los buñuelos.

Ello es que fui aplaudido a rabiar, que la Directiva me abrazó con efusión al concluir; las señoras, al marcharse, me dirigían miradas de curiosidad, y que sudé como un caballo de carrera y me bebí una cantidad prodigiosa de agua azucarada.