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Actualizado: 13 de junio de 2025


Acabo de conseguir descubrir la verdad y conocer el móvil profundamente escondido detrás de todo ello. Mi primer encuentro con Herberto Hales fue aparentemente casual y tuvo lugar en la calle Widemarsh, en Hereford. Era entonces una niña de colegio que estaba terminando mis estudios, y tan llena de ideas románticas sobre los hombres como les sucede a todas las niñas en esa edad.

Este país suele mandarnos grandes novelas: en 1300, la de Dante; en 1500, la de Amerigo; en 1600, Galileo. ¿Cuál es, pues, ahora la que viene de Florencia? ¡Oh! Aparentemente muy insignificante; pero ¿quién sabe? Inmensa por los resultados. Es un discurso de pocas páginas, un opúsculo médico. No atrae por su título; más bien es repulsivo.

Me ha dejado como legado la bolsita que llevaba siempre consigo, junto con ciertas instrucciones interesantes que me esforzaré en cumplir. Muy bien gruñó. Proceda como le parezca más conveniente; pero prefiero que haya usted quedado dueño del secreto y no yo, eso es todo. Su disgusto y terror aparentemente no conocían límites. Luchó por ocultar sus sentimientos, pero todo esfuerzo fue en vano.

Pero aquellos que hace cinco lustros eran jóvenes, esos dirán que los mozos de entonces eran más felices que los de ahora; que aquella juventud aparentemente melancólica, plañidera y sentimental, valía más por la pureza del sentimiento y la hidalguía del corazón, que ésta de los actuales tiempos, tan alegre al parecer, y en realidad tan triste y desconsoladora, precozmente envejecida y prematuramente codiciosa.

Además añadí, ¿qué motivo de queja puede alegarse contra mi amado hermano mientras el Rey siga aparentemente en Estrelsau y en su trono? ¿Es decir que nada haremos? Por lo pronto se trata de no hacer una tontería gruñó Sarto. La situación dije, me recuerda la escena dominante de una de nuestras modernas comedias inglesas, en la que dos personajes se amenazan mutuamente con sus revólveres.

Todas aquellas gentes debían saber que Fontenoy era el amante de la marquesa. Por otra parte, la quiebra de su Banco privaba al marido de los empleos que servían aparentemente para el sostenimiento de una vida lujosa. Comprendió ahora que su amigo tuviese miedo y vergüenza de ver á los que le rodeaban en su propia casa y permaneciese aislado en su biblioteca.

Estaba un poco excitado, pero no se sentía vencido; él se atenía a sus experiencias. «Aquel clérigo no había tocado en la Regenta, estaba seguro». Sonreía de todo corazón, sonreía a sus pensamientos, a sus planes. «Claro que les molestaba a los nervios aquel espectáculo en que aparentemente el rival se mostraba triunfando a la romana, según don Víctor, pero... no había tocado en ella».

Faltábanme a los sofismas científicos con que Neluco, por ejemplo, hubiera podido aclarar aparentemente aquellas complejas oscuridades que me consultaba mi pobre tío, y despaché la consulta con cuatro vaguedades muy recalcadas y encarecidas sobre el influjo que ejercen en la máquina de los pensamientos los largos insomnios, la soledad de la noche, los fríos estacionales...

En realidad Bélgica es una nacion democrática, gobernada aparentemente por un rey-ciudadano y dirigida en realidad por el voto popular y la opinion pública.

La idea de actividad nos ofrece la de un principio de mudanzas en otros seres; los cuerpos las están produciendo de continuo en nosotros, real ó aparentemente. El ejercicio de las facultades sensitivas, implica una comunicacion con los seres corpóreos; y en esta comunicacion el ser sensitivo recibe de los cuerpos una multitud de impresiones, que le hacen sufrir continuas mudanzas.

Palabra del Dia

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