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Actualizado: 4 de junio de 2025
Creía en el Cristo de Salta, pero al lado de él seguía venerando á las antiguas divinidades indígenas, como todos los montañeses del país.
En Xochicaleo sólo está en pie, en la cumbre de su eminencia llena de túneles y arcos, el templo de granito cincelado, con las piezas enormes tan juntas que no se ve la unión, y la piedra tan dura que no se sabe ni con qué instrumento la pudieron cortar, ni con qué máquina la subieron tan arriba. En Centla, revueltas por la tierra, se ven las antiguas fortificaciones.
Yo he leído en antiguas historias y sé de buena tinta que se distinguió como hábil capitán, venciendo al Faraón del alto Egipto, acérrimo contrario del Faraón pastor a quien él servía, y domando en Chipre los filisteos, gente rubia y belicosa que habían venido del Norte, que se habían apoderado de aquella isla, y que mucho más tarde se repuso, invadió la tierra de Canaan y le dio nuevo nombre, aunque hizo en ella grandes estragos.
Su grande amiga, la mujer resuelta de todas las épocas; vencida en dos revoluciones, pronta a hacer una nueva a una sola indicación suya, había muerto; el partido entero la lloraba, era una pérdida irreparable, tan irreparable, que el más grande de los diarios de la América del Sur, le dedicó un sentido artículo necrológico, largo como un sermón de agonía, con muchas frases escogidas, que comenzaba recordando con mucho detalle a las antiguas madres griegas y romanas, las hacía atravesar la trayectoria de la historia en las múltiples combinaciones de los pueblos, y terminaba con un elogio de las virtudes de la difunta y una laudatoria especial a la mansedumbre de su carácter.
Usted sabe que no, y se queja con razón viendo cómo se extinguen, sin el auxilio popular, las antiguas grandezas de la Iglesia. Eso es verdad dijo el Vara de plata . No hay fe: nadie es capaz de hacer un sacrificio por la casa de Dios. Sólo en la hora de la muerte, cuando entra el miedo, se acuerdan algunos de ayudarnos con su fortuna. No hay fe; ésa es la verdad.
Entraron en una magnífica antecámara estrellada de luces y llena de lacayos. El lujo de aquella antecámara en la casa de un ministro, era escandaloso: alfombras, cuadros de Tiziano, de Rafael, de Pantoja, del Giotto; tapicerías flamencas; lámparas admirables; puertas de las maderas más preciosas, incrustadas de metales; estatuas antiguas; un tesoro, en fin, invertido en objetos artísticos.
Dice: «el pueblo que ha elevado los monumentos de Tiahuanaco, es de una rama de la gran familia Tolteca Occidental, de orígen Nahuatl ó Californiano, de cabeza recta, que descendió hácia el Sud en la época de las mas antíguas migraciones».
También penetró en Francia, desde el año 1540, esta afición á infundir nueva vida á las comedias y tragedias antiguas, divulgadas ya las traducciones de dramas griegos y latinos. Verdad es que esto aceleró la decadencia del drama religioso.
En el ambiente flotan hálitos de vidas remotas, cadencias de músicas antiguas, y como un fantasma de sonido, susurros de voces lejanas que tiemblan en el aire con quimérica, muda vibración. Algo espectral y desvanecido que da una vaga y misteriosa sensación de presencia.
En hojas volantes antiguas se encuentran las noticias siguientes acerca de D. Antonio de Mendoza: «Carta décima que escribió un caballero de esta corte á un su amigo. Madrid 12 de marzo 1623. A D. Antonio de Mendoza se dió título de Secretario del Rey.»
Palabra del Dia
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