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Actualizado: 20 de junio de 2025


Sueña que es el apóstol único de una religión nueva, agradable y tolerante, que abarca y atesora la poesía pagana, la severidad protestante, el fausto católico, el sentido práctico hebreo y el poder político del islam, simbolizándolo todo en ritos fantásticos y heterogéneos de que él es gran sacerdote, y en que se hallan representadas todas las aspiraciones del espíritu y todos los apetitos de la carne, desde el ascetismo de los anacoretas hasta los bailes misteriosos y lúbricos del Oriente primitivo.

La sociedad hubo de hacerse tan insufrible para la mayoría de los hombres, que se comprende la manía que se apoderó de muchos de huir de las ciudades y de retirarse á los yermos á hacer vida de anacoretas.

La sublime castidad, el ascético abandono, el desprecio y la mortificación del harapo corrupto de nuestro cuerpo, la santa fetidez de los religiosos, los admirables anacoretas, dejándose podrir las ropas sobre la piel, como un anticipo de la sepultura: San Hospicio, comido por los piojos; San Macario, sumergido en el cieno; Santa María Egipciaca, resecada por el sol como un cuero; Santa Pelagia, habitando entre sus propios excrementos; Santa Isabel, bebiendo el agua de lavar a los tiñosos; en fin: la sublime aspiración abriendo su corola de pureza sobre el estercolero corporal; y luego la penitencia, la disciplina, el cilicio, todo pasó por su mente como a la luz del relámpago.

Veces pensaba en irse a buscar una cueva entre los montes de los alrededores para imitar la santa vida de los anacoretas; veces en ir a reunirse con Gaspar de Avendaño, el golfín, que tan caballerosamente le ofreciera hacerle su segundo. Estaba resuelto a escoger uno ú otro camino; pero la vacilación era grande.

San Pablo, huyendo de la persecución organizada en tiempo de Décio, se pasó de la Thebaida inferior al desierto, y aquellos lugares, no eran fáciles de estudiar para un artista a mediados del siglo XVII, suponiendo que se le ocurriese; pero él, con superior instinto, buscó un paraje solitario de imponente grandeza, acaso de lo más abrupto del Guadarrama, y allí, entre ingentes peñascos, a la entrada de una espelunca, colocó a los anacoretas en graves posturas, poseídos de unción y llenos de dignidad.

Se comparó a los admirables anacoretas de la Tebaida, y tuvo por seguro que en los tiempos venideros su historia sería leída en hogares y refectorios para edificación de las almas. Las religiosas de Toledo habíanle puesto en el zurrón algunos libros de mística.

Todo aquello de comer como los anacoretas yerbas salvajes o salta-montes del campo, era, por lo visto, pura fábula, tradición olvidada. Al presente, y gracias a un cocinero lleno de buenas cualidades, en la mesa de Su Ilustrísima hubiera podido darse por alegre y satisfecho el más descontentadizo; en todo lo que a la culinaria se refiere, era el obispo ardiente partidario del progreso.

El que era poderoso e imponía a su alrededor órdenes inviolables, se pone rudo cilicio y entra con sumisión en las vías que le son prescritas. El que ardía en amores y en deseos, renuncia a los placeres prometidos y abre un abismo entre su corazón y el mundo. El menor sacrificio del más débil de esos anacoretas, haría la gloria de un héroe.

Palabra del Dia

lanterna

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