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Actualizado: 31 de mayo de 2025
La tía Felicia en cuanto le saludó subió á la sala y no tardó en bajar con una guitarra entre las manos que le entregó en silencio. Era una guitarra portuguesa con gran lazo colorado que Celso había traído del servicio. La guardaba en casa del tío Goro porque su abuela, la tía Basilisa, tenía amenazado rompérsela en las costillas si alguna vez le encontraba tocándola.
Se les cuenta la historia de nuestras fortificaciones llenas de torres y de temerosas prisiones, y las historias que circulan a propósito de ellas. Se les muestra con orgullo cierta roca que se abrió para dejar pasar un santo apóstol amenazado por una tropa de bárbaros.
Sin recordar la suya hacia el pobre viejo paralítico que Dios le había dado por esposo, ni pensar en que su falta había truncado la vida del conde, amenazado de morir en la soledad, sin familia que endulzara sus últimos días, hacía pesar sobre él toda la responsabilidad del delito y toda la amargura que ahora sentía al desprenderse del único placer que la acariciaba en aquella lúgubre y monótona existencia. ¡El único placer!
Le decía, sin voz, en secreto de inefable gracia: ¿Por qué has dado tantos gritos malos, alma de Julio?... ¿Por qué has dicho tantos pecados y tantas palabras feas?... ¿Por qué te has asomado a mirarme con odio, y por qué me has amenazado y me has perseguido?... ¿Por qué, di, maltrataste a mi Niño Jesús aquella noche?...
Pero ya sonaban públicamente algunas acusaciones contra él; ya se decía que había pertenecido á la camarilla: ya se le indicaba como conspirador, y más de una vez se vió amenazado por gentes que pretendían conocerle ó le conocían en efecto.
Apenas había acabado de pronunciar estas palabras, cuando se vieron sobre las cofas los bultos casi imperceptibles de los marineros. ¡Acabáramos! exclamó don Melchor. ¡Sí, que Domingo se chupa el dedo! dijo por lo bajo el marinero a quien el señor de las Cuevas había amenazado.
Cuervo, que no hay más que cuatro o cinco autores españoles cuyas obras se lean en América con gusto y provecho, que allí la vida intelectual se deriva de otras fuentes; pero si esto es así, si en España no hay más que cuatro o cinco autores, y si para vivir vida intelectual tenemos que recibirla de Francia, tan amenazado como en aquellas repúblicas está el castellano en esta desventurada y estéril metrópoli, donde sólo Dios sabe qué lengua hablaremos, o si dejaremos de hablar ya que nada propio y no venido de París tenemos que decir en ninguna habla.
En el hecho de que mi cliente fue amenazado, y que, a pesar de no haberlo comunicado a nadie más que a mí y reírse de las precauciones que yo le indiqué, vivía constantemente temeroso de ser asesinado. ¡Extraño! exclamé. ¡Muy extraño! Nada le dije de esa notable carta que había encontrado en el equipaje del muerto.
El cacique Patozi y los suyos abandonan al P. Caballero en su Misión á los Quiriquicas II 20 El P. Lucas Caballero se pone en camino hacia las tierras de los Puyzocas II 78 El P. Lucas Caballero amenazado por un mercader europeo; intenta éste malquistar á los indios con el Padre I 239
Así, cuando vio aquel cerco de semblantes fieros; cuando se vio amenazado por tantas manos e injuriado por tantas lenguas, desde la provocativa de las mujeronas hasta la severa y comedida del guardia civil; cuando notó la saña con que le perseguía la muchedumbre, en quien de una manera confusa entreveía la imagen de la sociedad ofendida, sintió que nacían serpientes mil en su pecho, se consideró menos niño, más hombre, y aun llegó a regocijarse del crimen cometido.
Palabra del Dia
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