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Actualizado: 17 de julio de 2025


»Intentaron darle vueltas a este tema; pero yo imprimía a la conversación otro giro; me apenaba mucho su inocente hipocresía. »Comuniqué a Amaury lo que tenía que decirle; mi misión diplomática obtenida para él, y la idea de hacer que este viaje de recreo fuese de provechosa utilidad a su carrera.

Quizás comprendió el señor de Avrigny que su inexplicable rigor había de parecer odioso a su hija, pues deponiendo su actitud severa tendió la mano al joven, diciéndole: Amaury, no has interpretado bien mi pensamiento. Tu partida no reviste el carácter de un destierro. Aquí estarás siempre en tu casa y cuando vengas a vernos te recibiremos con los brazos abiertos.

Si mi ciencia y mi saber tuviesen la eficacia que imaginas, aún viviría tu madre, hija mía... Pero ¿quieres decirme en qué piensas, Magdalena, para perder así el tiempo? Mira que son ya las diez y Amaury debe venir a las once, pues a esta hora le he citado.

¡, Amaury, lo ! dijo la joven, exhalando un gozoso suspiro de esos que parecen aliviar un corazón oprimido. Al verme así tan endeble, me parece que únicamente tu amor me da la vida. ¡Qué singular es lo que me pasa, Amaury! Viéndote a mi lado, respiro mejor y me siento más fuerte.

Como es natural, Amaury quería apresurarla y se oponía enérgicamente a todo aplazamiento; pero al fin la certeza de su dicha le hizo someterse a las razones que le expuso el padre de Magdalena.

Amaury no ha puesto en sus ojos, ni siquiera le he llamado la atención, y desde que Magdalena está enferma se ha olvidado hasta de mismo para pensar sólo en ella; y a despecho de todo eso está celosa, y esos celos la matan. ¡Pobre Magdalena!

El joven pensó en morir. ¿Qué le quedaba que hacer en este mundo? Muerta Magdalena, ¿qué lazo podía unirle a esta mísera existencia? ¿No lo había perdido todo con su amada? No le restaba otra cosa que reunirse con ella, como ya se lo había prometido a mismo tantas veces desde que estuvo seguro de que no había remedio. Amaury razonaba de este modo: Una de dos: o hay otra vida o no la hay.

¿Mi mano para Raúl? exclamó Antonia. , para Raúl de Mengis, que sabías que ella no amaba, con la vaga esperanza tal vez, de que en el momento de que propusiera este casamiento, había de confesar que te amaba. Amaury cubriose el rostro con las manos, y lanzó un gemido. Me parece que he hecho perfectamente la autopsia de tu corazón, y el análisis de tus sentimientos.

Al terminar el baile que hacía el número cuatro, es decir, el anterior al vals que tenía comprometido con Amaury, Antonia fue a sentarse al lado de su prima para hacerle compañía hasta que la orquesta preludiase los primeros compases de la próxima danza.

Ya veo que he hecho mal en no dejar que me anunciasen dijo el joven, adelantándose hacia la rubia, sin cuidarse de su amiga pues te he asustado, Magdalena. Perdona mi ligereza: siempre me conceptúo hijo adoptivo del señor de Avrigny y procedo en esta casa como si todavía fuese uno de sus comensales. Haces muy bien, Amaury respondió Magdalena.

Palabra del Dia

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