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Actualizado: 29 de junio de 2025


Chemed tenía además mucho chiste y felicísimas ocurrencias: decía mil graciosos disparates; y Mutileder se regocijaba y reía sin poderlo remediar; pero, cuando estaba sólo, amarga melancolía se apoderaba de su alma, pensamientos crueles le atormentaban, y algo parecido a remordimientos le arañaba el corazón, como si fueran las uñas de un gato, o digamos mejor, de un tigre.

Si actualmente son tantos los niños y adolescentes abandonados, que en las capitales viven entre las mayores privaciones y miserias, puede calcularse á qué gran número llegarían éstos en los tiempos pasados, y cuán amarga y triste sería su condición en la sociedad.

Se adivina que es una mujer ácida, de las que «hacen historias» á los amigos; una especie de calamar amoroso, que esparce en torno la amarga tinta de su mal carácter. Conversa con una respetable matrona que vuelve llorosa de la estación de despedir á su hijo, que es soldado. Junto á ella está una hija de catorce años, mirando á la vecina con ojos curiosos y admirativos.

Hubo un momento de silencio; después puso Delaberge su mano sobre el hombro del joven y repuso: Hijo mío y sintió como una amarga dulzura en los labios al pronunciar estas palabras, la pasión le ha cegado... Sus sospechas no se fundan sino en simples apariencias, pero desde el momento que esas apariencias han podido engañarle a usted y hacerle sufrir, es seguro que habré cometido yo alguna falta... Me apena profundamente que mi irreflexiva conducta haya podido inducirle a error.

Los dolores de este mundo nos hacen creer que éste es un pasaje de tránsito y prueba, que después de esta vida, triste y amarga, hay otra eterna donde nuestra alma inmortal gozará al fin la felicidad más pura. Usted, que ha padecido más que los otros, gozará de mayor premio.

Leonora, loca de amor y de despecho, le persiguió, fue a llamar a su puerta como una criada, sintió una amarga voluptuosidad viéndose por primera vez despreciada y desconocida, hasta que una reacción de carácter hizo renacer en ella su antigua altivez. Se acabó el amor. ¡Adiós a los artistas! Gente muy interesante, pero nada quería ya con ellos.

A don Víctor se le saltaron las lágrimas al ver a su enemigo. En aquel instante hubiera gritado de buena gana: ¡perdono! ¡perdono!... como Jesús en la cruz. Quintanar no tenía miedo, pero desfallecía de tristeza; «¡qué amarga era la ironía de la suerte! ¡

No soy un náufrago, hija mía siguió diciendo con sonrisa amarga y como si no hubiese oído la interrupción de su prometida , no soy un náufrago que corriendo un temporal deshecho viene a refugiarse en tu puerto para abrigarse dentro de él.

Conque ¿qué es lo que se te ocurre, hijo mío? Pues lo que se me ocurre dije yo comenzando a tocar las dificultades de acometer de frente un asunto de tan delicada naturaleza como aquél, cuyo punto de partida era nada menos que la muerte de mi venerable interlocutor , se me ocurre, mi querido tío, algo que se relaciona con otro algo que le a usted esta mañana y me produjo muy honda y muy amarga impresión...

Los coros de ambos sexos, particularmente, estaban rematados; cada cual por su lado. En vano la intendenta ponía mala cara a las señoritas que la secundaban y les dirigía de vez en cuando alguna pulla amarga: en vano el tío Manolo, con más paciencia y amabilidad, hacía repetir infinitas veces los pasajes difíciles. Cuando la tertulia pareció mostrar interés fue al hablarse de los trajes.

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