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Verdaderamente el señor Mauricio Aubry es un joven encantador y que parece animado de las mejores disposiciones. Amará á usted tanto más cuanto mayor sea la dicha que va á proporcionarle su deliciosa mujer ... y en vez de una sola afección, va usted á estar rodeada de una doble ternura por esa amable pareja que nunca la abandonará....

Alégrate sólo y no estés envidiosa respondió el Comendador; hallarás también un hombre que te merezca, que te ame y á quien ames con toda la energía de tu corazón. No, tío, no me amará replicó Lucía. Yo soy muy desgraciada. Y Lucía suspiró de nuevo. El Comendador, á la dulce y escasa luz de los astros, vió entonces que corrían dos hermosas lágrimas por las mejillas de Lucía.

Y bien; cásate con Herminia, y si la señorita Guichard te atormenta, coges á tu mujer del brazo y te la llevas. serás siempre independiente. Así pues si Herminia te ama.... Me amará. ¡Debe amarte ya! Pero la señorita Guichard estará, de seguro, furiosa por no haberte visto desde hace dos semanas.

No lo olvides por Dios, jóven que leas estos pobres apuntes: limpieza, recato, sencillez, virtud y una flor; deja lo demás al cuidado del cielo; un hombre te amará, te amará de veras, como deseas ser amada, y serás venturosa hasta en tus hijos.

Y si alguna vez una alma desinteresada, generosa, heroica, me amara por lo que soy, no por lo que tengo, ¡yo no lo sabría, no lo creería! La desconfianza siempre... Ved ahí mi dolor y mi suplicio. Por esto estoy resuelta... no amaré jamás; jamás me arriesgaré á confiar á un corazón vil, indigno y venal la pura pasión que abrasa el mío.

Desearíamos tener a Eppie y tratarla bajo todos conceptos como si fuera nuestra. Me parece que sería un gran consuelo para vuestra vejez al ver su fortuna asegurada de este modo, después de haberos sacrificado tanto para criarla tan bien. Nada más justo que seáis plenamente recompensado. Y Eppie, estoy seguro, os amará siempre, y siempre os quedará agradecida.

No lo me repuso. ¿Para qué quiere saberlo? ¡Aunque lo amara, no me casaría con usted!... ¿Por qué? Porque usted no tiene nada. Yo soy una mujer que amo mucho el mundo y el lujo... Necesito un marido que sea capaz de proporcionarme todos mis gustos... Deje que se presente, y, entretanto, ámeme, siga amándome, le daré todo mi corazón añadió riendo a carcajadas.

Pero, para que me amara, ha sido necesario que Marta pereciera y que yo me perdiera en un abismo de crimen y de vergüenza, del cual ningún poder del Cielo ni de la tierra podría arrancarme. Estoy muerta; muertos también deben estar mis deseos y mis esperanzas; y a mi sangre que se rebela, hierve y se agita cuando pienso en él, sabré calmarla por fuerza, si no...

»Lo estará siempre; no ama, no amará a nadie más que a usted. Esto es lo que tal vez no debería decirle continuó con voz trémula... Pero, comprenderá usted que por la dicha de ambos... no debe verla... Le he impuesto esta ley... Me ha jurado acatarla, y confío en que cumplirá su palabra. »¡Tiene razón!

Una de las cosas a que Maximiliano daba más importancia para poner en ejecución su plan redentorista era que Fortunata le amara, porque sin esto la sublime obra iba a tener sus dificultades. Si Fortunata se prendaba de él, aunque se prendara por lo moral, que es la menor cantidad de amor posible, no era tan difícil que él la convirtiera al bien por la atracción de su alma.