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Actualizado: 24 de junio de 2025
Una mañana, la música de á bordo, que hacía oir todos los domingos el Coral de Lutero, despertó á los durmientes de los camarotes de primera ciase con la más inaudita de las alboradas. Desnoyers se frotó los ojos creyendo vivir aún en las alucinaciones del sueño. Los cobres alemanes rugían la Marsellesa por los pasillos y las cubiertas.
En mí, la verdad de las cosas lúgubres, contenida, emborrachada día tras día, comenzó a vengarse, y ya no tuve más nervios retorcidos que echar por delante a las horribles alucinaciones que me asediaban. Hice entonces esfuerzos inauditos para arrojar fuera el demonio, sin resultado. Por tres veces resistí un mes a la cocaína, un mes entero. Y caía otra vez.
Sintió la cobardía de aquella tarde ante el espacio cubierto de nieve; un empequeñecimiento de niño abandonado, un deseo de achicarse, de dejar de ser hombre, de convertirse en un insecto, en una planta, en una piedra, en algo que estuviese por debajo de las crueldades humanas; y rompió a llorar silenciosamente, permaneciendo entre el sueño y el doloroso desvelo, víctima de pavorosas alucinaciones, hasta que se filtró la luz del día por las rendijas de la ventana.
Los síntomas que espresan la accion de la belladona sobre el cerebro son sus mejores indicantes, ya usada sola ó alternada con el acónito, en el delirio agudo, en la frenitis, y aun en el delirium tremens y en la manía, ya esencial, ya unida al histerismo, al estado puerperal ó en el corea, con tal que á los fenómenos congestivos se agreguen algunos de los efectos particulares de la belladona, tales como contraccion de la pupila, fotofobia, ambliopia, chispas en el campo de la vision, alucinaciones alegres, sed ardiente, afonía, tialismo ó boca seca, hidrofobia, disfagia, temblores musculares.
Sus nervios, ya enfermos por el cielo constantemente encapotado y lluvioso, provocáronle verdaderas alucinaciones de perros que entraban al trote por la portera. Había un motivo real para este temor.
La luz roja no venía, y míster Robert siguió su camino y fué a pararse delante de la Bolsa. ¡Cosa rara! míster Robert no bebía vino, y es probado, pero padecía de alucinaciones sin duda; y tal como aquella vez creyó ver las extravagancias, de que se ha hecho mención, ahora, al mirar el edificio con encono, observó, creyó observar, mejor dicho, se le figuró, se le antojó que veía, en la cornisa del frente, sobre la puerta principal, un gran caballo, de piedra o de lo que fuera, con un hombrazo encima, de casco y espada desenvainada, y la adarga caída entre las patas del animal... Y debajo había dos letreros, que era lástima no pudiera leer, como míster Robert, el desgraciado joven rubio, de ojos azules, que en aquel momento, tendido sobre sucias angarillas, atravesaba sin vida los umbrales de una casa de la calle Moreno.
Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide, apoyado en la alfombra sobre los dedos, que tenía fijos en ella los ojos. Los médicos volvieron inútilmente. Había allí delante de ellos una vida que se acababa, desangrándose día a día, hora a hora, sin saber absolutamente cómo.
Primeramente, sin embargo, vamos á dar una idea general de los efectos de la belladona, enumerando los de su principio activo, la atropina: dilatacion é inmovilidad de la pupila, alteracion de la vision, somnolencia y ofuscacion de las ideas, alucinaciones de la vision, anestesia, sequedad de la boca y de la garganta, pérdida del apetito, palabra difícil, delirio, disfagia, rubicundez de la piel, pesadez y temblor paralítico.
Palabra del Dia
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