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Con lo que no se conformaba era con no tener chiquillos, «porque todo se puede ir conllevando decía , menos eso. Si yo tuviera un niño, me entretendría mucho con él, y no pensaría en ciertas cosas». De tanto cavilar en esto, su mente padecía alucinaciones y desvaríos. Algunas noches, en el primer periodo del sueño, sentía sobre su seno un contacto caliente y una boca que la chupaba.

Concluí por reírme de mis alucinaciones estrambóticas; salí del tocador, y ayudé, sin ser hora todavía para ello, a arrastrar a mi madre en su sillón hasta el saloncillo en que recibíamos las visitas.

El artista calumniaba villanamente al pescador de caña, atribuyéndole todas esas alucinaciones criminales; mientras tiene su vista fija en el agua y su brazo presto á levantar su caña, el pobre hombre no tiene conciencia de las fugitivas imágenes, buenas ó malas, que flotan en su cerebro; se encuentra fascinado por las ondulaciones que brillan, por los hoyuelos variables que sin cesar cambian, por el agua que le sonríe y el pez que espera.

Pocas horas antes de morir, su hija, creyéndose bien por una de esas raras alucinaciones del temperamento, que son la más tremenda ironía de la muerte, había tenido el antojo de engalanarse. Sintiendo en aquel instante engañosas fuerzas, se había vestido con febril ansiedad diciendo que ya no estaba mala y que iría al teatro aquella noche.

Estos raros fenómenos o alucinaciones en que Felicita se veía envuelta, a causa, tal vez, de la debilidad, se exageraron cuando entró, en el cuarto mortuorio. Parecióle que la descomposición y descuartizamiento de que era víctima el mundo se verificaban con mayor saña y absurdidad, como obedeciendo a un designio diabólico, en el cadáver de Anselmo Novillo.

Yo creo esto firmemente; pero, ¿cómo vamos a negar a algunos espíritus desventurados esa puerta de escape de una realidad abrumadora, estúpida y hostil? Una puerta que, como en Poe, acaso conduce a un plano espiritual, perfectamente absurdo, donde viven esos seres misteriosos que se ven en las alucinaciones, y que yo teosóficamente sospecho que tienen una completa, aunque invisible realidad.

Sentía él extrañas aprensiones, desfallecimientos, a veces verdaderas alucinaciones; ella tenía el sistema nervioso perfectamente equilibrado. Era sana y maciza; él, enfermizo y lacio. En los meses que siguieron a la muerte de la madre, Raimundo, sacando fuerzas de flaqueza con la idea de proteger a su hermana, se había mostrado más resuelto y varonil.

Y con esto y con aquellas alucinaciones que nunca logró echar por completo de su cabeza, acabó por cobrar aborrecimiento a las señoronas sin haber visto una sola en todos los días de su vida.

La importancia de la belladona en el tratamiento de las hemorragias y de la apoplejía misma guarda un término medio entre el acónito y árnica; sus síntomas armonizan con la turgencia de la cara y su tumefaccion de un rojo oscuro, con los espasmos y las alucinaciones del oido y de la vista; corresponde á los prodromos de la hemorragia cerebral y al estado de turgencia y de congestion que son consiguientes.

De aquí resulta que ni la palidez de la cara ó su turgencia, ni los espasmos, ó la resolucion de las fuerzas musculares, ni la impresionabilidad y las alucinaciones, ni la debilidad é insensibilidad, ni el furor ó la apatía, ni aun la misma contraccion de la pupila, ó su dilatacion, tomados aisladamente, pueden ser por mismos síntomas característicos de la belladona, sino en su órden de sucesion; la escitacion y los espasmos preceden siempre al abatimiento y la postracion.