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Actualizado: 26 de julio de 2025


En un momento que abrí mi ventana para oír mejor el rumor extraño que retumbaba en aquella población tan llena de vida abajo y cuyas alturas estaban ya sumidas en la noche, vi pasar por la estrecha calle dos filas de gentes que llevaban antorchas en las manos, escoltando una hilera de carruajes con relumbrantes linternas, tirados todos por cuatro caballos que marchaban casi al galope.

La gamuza ha salvado las rocas, y sus pies agiles la han llevado lejos de mi; apenas mi caza me habra proporcionado en el dia con que hacerme olvidar mis correrias peligrosas... ?Pero que veo? ?Quien es este hombre que parece que no es ninguno de nuestros cazadores, y que no obstante ha sabido recorrer estas alturas escarpadas que nuestros companeros los mas ejercitados son los unicos que pueden practicarlo?

El ferrocarril, que estaba trazado y nivelado, era infinitamente mas notable por las dificultades que habia que superar. Esa será una bella obra, que honrará tanto á los ingenieros como á los bilbaínos. Eran las seis de la mañana cuando la diligencia llegaba á las alturas de la pequeña villa de Ochandiano, situada casi en el corazon de los Pirineos vascongados.

Al mismo tiempo millares de paisanos, discurriendo por cerros y alturas, hostigaban de tal modo a los franceses, que no les era posible moverse.

Una nube de pensamientos flamígeros daba vueltas en torno de su cabellera y le impedía ver las que se cernían en las alturas, besadas suavemente por los moribundos rayos del sol. ¡Qué cara pondrían los tres graves señores que marchaban á su lado si dijese en alta voz lo que iba pensando! En una de las calles dejaron á D. Primitivo, que se metió en su casa.

Entre aquellos desgraciados había unos que eran jóvenes y otros viejos, con los rostros blancos como la cera, los ojos desmesuradamente abiertos y los brazos extendidos. Algunos pugnaban por levantarse, pero volvían a caer en seguida; otros miraban a las alturas como temiendo que les disparasen desde ellas. Y se arrastraban desde lo largo del talud para ponerse al abrigo de las balas.

Para mostrarnos la celeste ruta y el alma imperio de la paz Letea atrás dejó al león en las alturas, del león las estrellas traspasando, del león a despecho, ora nos busca y sus miradas límpidas y dulces son las miradas que el amor anuncian

Vaya... di que no me he lucido... En fin, no se habla más de eso. Di si me quieres, o no... pero pronto, pronto. Al otro día, en las alturas de Tibidabo, viendo a sus pies la inmensa ciudad tendida en el llano, despidiendo por mil chimeneas el negro resuello que declara su fogosa actividad, Jacinta se dejó caer del lado de su marido y le dijo: «Me vas a satisfacer una curiosidad... la última».

Su espíritu se elevó, como de un golpe, á alturas más excelsas de las que le fué dado alcanzar durante todos los años que el infortunio le había mantenido clavado en la tierra; y como era de un temperamento en extremo religioso, en su actual animación había inevitablemente algo espiritual. ¿Siento de nuevo la alegría? se preguntaba, sorprendido de mismo.

Y más allá de las incalculables distancias, el espacio, siempre el espacio por todos lados, con nuevos torbellinos de mundos, sin límite ni barrera. Gabriel hablaba en medio de un silencio solemne. Los oyentes cerraban los ojos, como si les atolondrase tanta grandeza y sintieran el mareo de las alturas. Seguían con la imaginación las descripciones de Gabriel.

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