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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Así como los cisnes del estanque reciben sus emolumentos para despertar en los indígenas ideas bucólicas y sentimientos pastoriles, las alimañas de la Casa de fieras han venido adrede de los desiertos de África para infundir en la clase de tropa la ferocidad que suele perder en el trato íntimo de criadas y costureras.
Y, diciendo esto, volvió a la carreta, que ya estaba bien cerca del pueblo. Iba dando voces, diciendo: -Deteneos, esperad, turba alegre y regocijada, que os quiero dar a entender cómo se han de tratar los jumentos y alimañas que sirven de caballería a los escuderos de los caballeros andantes.
Sólo estas aves nocturnas son capaces de esperaj traidoramente a un hombre indefenso, alterando el ojden público y tujbando el sueño de los vecinos... Es menestej concluij con esta raza de alimañas que chupan la sangre del pueblo, y aspiran a tenejlo sumido en la bajbarie... ¡Estos son los ministros de Dios! ¡Los apóstoles de la claridad! ¡Los etejnos pejturbadores del ojden social!...
Un ruido a lo lejos, una voz, el aleteo de los pajarracos nocturnos, el chillido de las alimañas invisibles, el ladrido de un perro, les hacían ocultarse, tenderse en el suelo entre los jarales punzantes, sofocados por el peso de la mochila. Al partir del campo fronterizo de Gibraltar pagaban por trasponer la línea del resguardo.
Vamos, mujer, esposa mía, a ver esas alimañas dijo Augusto en tono de paciencia . Desde que me casé contigo me traes sobre un pie. Eras tan amable de polla, ahora de casada tan regañona y exigente... Vamos, vamos, y me pondré un tigre en cada dedo... ¿Qué más? Se te antoja una jirafa. ¡Isidora, Isidorilla!». Ambos se detuvieron mirándose entre risas.
Quedóse el jinete frío de espanto, agarrado al arzón, sin atreverse ni a registrar la maleza para averiguar dónde estarían ocultos los agresores; mas su angustia fue corta, porque ya del ribazo situado a espaldas del crucero descendía un grupo de tres hombres, antecedido por otros tantos canes perdigueros, cuya presencia bastaba para demostrar que las escopetas de sus amos no amenazaban sino a las alimañas monteses.
El molido se recogió en su morada, e la dueña, dando ventanazo, se refugió en su recámara, matando las alimañas e correderas que encontraba al paso en el desván, no cansándose de maldecir por hombre que tan mal defendió el paso, e revolviendo en su mente la traza de vengarse de amante tan amilanado.
Pasado algún tiempo, oyose reproducida a lo lejos la misma algazara en el techo. Parecía que reñían en la sombra de los pasillos los ejércitos de alimañas y que había retiradas tumultuosas, furibundas embestidas, victorias súbitas, heroicos choques y horribles desmayos.
Así las miriadas de mogigatos, sacristanes, legos, frailes, monjas, ermitaños, abates, canónigos, curas y obispos, sobrevenidos por generación espontánea de alimañas en el pensamiento cristiano, estancado desde el siglo III y corrompido en consecuencia inevitable, por los credos, los dogmas, las bulas, los breves y los cánones.
Los juglares y saltimbanquis aquí y allá entretenían la curiosidad del bajo pueblo con mil suertes maravillosas y estupendas: aquí mandaban y se hacían obedecer de las alimañas y fieras traídas del interior del Africa; allí, a una voz, hacían salir de la tierra árboles que crecían, se cubrían de hojas y flores, madurando sus frutos, que los incrédulos cogían y gustaban.
Palabra del Dia
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