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Por los claustros vagan sombras pensativas de doctores que escribieron en las celdas o incensaron el altar; y del Sol a los postreros moribundos resplandores a un alféizar asomado se ve a un fraile meditar.

Pero en aquel momento en que la alegría brotaba de todos los pechos y fluía de todas las bocas en francas, interminables carcajadas, un estampido horrible la cortó repentinamente. Plutón, por divertirse, había colocado un cartucho de pólvora de los que sirven en las minas para los barrenos sobre el alféizar de la ventana y le había dado fuego. La ventana saltó hecha pedazos.

Subiendo sobre los bancos de granito que se hallan dispuestos á uno y otro lado de la pared en forma de gradas, pudimos desde el alféizar de la ventana echar una ojeada al exterior sobre la profundidad de los fosos y partes arruinadas de la fortaleza; pero habíamos notado desde nuestra entrada las primeras gradas de una escalera practicada en el espesor de la muralla, y sentíamos una prisa infantíl por llevar adelante nuestros descubrimientos.

Miré otra vez con enternecimiento el alféizar de aquella ventana en que mi adorada se sentaba; pero al instante volví en mi acuerdo, juzgando que no era hora de enternecerse ni pensar en niñerías, sino de aguzar el ingenio y dar gallarda muestra de ser tan buen dialéctico como poeta.

Pues dispensa, chico... Mañana le diré que todo ha sido una mentira... y hemos concluído. Nada se adelanta ya. Lo que me parece mal no es el resultado, como debes comprender, sino que haya salido eso de ti. Más pierdo yo que . ¡Por lo mismo lo siento! Bien, pues dale expresiones replicó desabridamente levantándose del alféizar de la ventana, donde estaba sentada.

Todos los días, en seguida de comer, don Cándido, apoyado en el alféizar de la ventana de su cuarto, releía y meditaba un par de capítulos de San Marcos o San Mateo. Luego dejaba el libro, y tomando el sol y fumando cigarrillos pasaba el rato entretenido en observar cómo trabajaban unos cuantos picapedreros que, en un solar contiguo y vallado, tenían establecido al aire libre su taller.

Era de ver su ligereza de gorrión, su prontitud para correr de un punto a otro, perseguida, mas no alcanzada. Corrió a la ventana, que por ser de piso bajo estaba a dos varas de la calle, abriola, y apoyándose en el alféizar, vuelta hacia dentro, dijo así con animosa voz: «Si usted no me abre la puerta y me deja salir, grito desde aquí y pido socorro».

No se había acostado, pero las bujías, casi consumidas y colocadas sobre su escritorio, ponían de manifiesto que había velado la mayor parte de la noche... La ventana que daba sobre el abismo estaba abierta... Sobre el alféizar veíase todavía la huella de un pie... Bajo la ventana, las rocas que formaban el precipicio estaban teñidas de sangre, lo que nos hizo a todos sospechar que las aguas impetuosas del torrente habían arrastrado su cuerpo.

Yo hasta entonces había visto siempre ante mis ventanas otras dos en las que de vez en cuando aparecía el rostro avinagrado de una vieja fea y gruñona, verdadero tipo de clásica dueña española que parecía vivir sin otra compañía que un perro tan asqueroso como ella; por lo menos nunca vi asomarse a las ventanas, exceptuando a la vieja, otro ser viviente que aquel animalito, el cual, cuando por casualidad su dueña abría la ventana, corría a poner las patas sobre el alféizar y me miraba con ojos curiosos al través de su pelaje ensortijado por el fango.

La sangre de doña Ana circuló con fuerza, ardió, la dieron fuertes latidos las sienes y el corazón; se nublaron sus ojos... Era la hora de la cita; resonaron inmediatamente pasos en la calleja; doña Ana escuchó con toda su vida apoyada en el alféizar de la ventana que daba sobre el postigo; luego resonó una llave en aquel postigo; la alegría dió fuerzas á doña Ana; la esperanza valor; se retiró precipitadamente de la ventana; tomó la luz que había en la habitación, y entró en otra que era su dormitorio; de allí pasó á otra que era su cámara; allí encendió una linterna de resorte que tenía preparada, la cerró, la puso sobre una mesa, apagó la bujía y se quedó á obscuras esperando impaciente en medio de la cámara.