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Actualizado: 4 de junio de 2025
Está usted condenada sin remisión. Al Padre Alesón, para ser todo lo imponente que él pretendía, le faltaba la voz tonante. Pero como la Xuantipa tenía tanto miedo al infierno, oía la voz de flautín del fraile como si fuese una trompeta del juicio final. Señor, perdón... balbucía, temblorosa. Cállese usted, boca sulfúrea.
El Padre Alesón había dicho a Belarmino que Angustias viviría, hasta el día de la boda, en el convento de las Carmelitas, en las afueras de Pilares. Belarmino solicitó permiso para ir por las tardes a pasear en torno al convento. Siempre que usted me prometa no intentar ver a su hija, yo le concedo permiso. Belarmino prometió y cumplió. Los primeros días llovía irremisiblemente.
Lo verán desde la cazuela, y sin sacarle punta a la función, pensó don Restituto. El Padre Alesón proseguía: Esa paternidad putativa y seudomaternidad de Belarmino ocurrió un año antes de casarse con la Juana. La Juana, por el momento, no soltó prenda; pero ya casada, y así que sacó el genio, declaró que no se dejaba engañar por Belarmino, y que Angustias era una hija de tapadillo.
No oye misa, y eso que ningún trabajo le costaba, puesto que podría oírla sin salir de casa. ¿No será un hipócrita? ¿No continuará tan apóstata como antes? ¿Salvará su alma? Mi señora Emperatriz y mi señor don Restituto respondió el Padre Alesón , ¿les merece confianza mi dictamen? ¿Sí? Pues helo aquí, por lo sucinto: Belarmino es un cuitado; Belarmino carece de alma racional.
Tratábase del Padre Alesón, un fraile dominico de las dimensiones de un paquidermo antediluviano, a quien sus hermanos en religión y la grey parroquiana de la Orden llamaban la torre de Babel, por la estatura y porque sabía veinte idiomas: unos vivos, otros muertos y otros putrefactos. Acompañábale otro Padre innominado, de volumen normal entre religiosos, aunque excesivo para laicos.
Mirando melancólicamente a la urraca y su lustroso plumaje dominicano, por asociación de imágenes se le ocurrió que el Padre Alesón podía sacarle del apuro, y fué a pedirle que le prestase un libro de poesías y algún discurso. Belarmino consideraba la poesía y la oratoria como las formas más vulgares de dicción.
Aun al lado de este segundo fraile, Belarmino era una pavesa. Los dominicos penetraban entonces por primera vez en la zapatería de Belarmino. Luego que el zapatero encendió un quinqué de petróleo, el Padre Alesón tomó la palabra: Le causará maravilla vernos en su tienda, dadas las ideas que usted profesa....
Y así vegetaba ahora, a la vera de doña Basilisa, siempre unidos, transmitiéndose templadas corrientes de mutuo afecto conyugal, pensando en salvar el alma, y no descuidando ayudar a salvar otras. Padre Alesón dijo don Restituto , ese Belarmino me trae... nos trae muy preocupados. ¿Verdad, Basilisa?
Tal es el ideal de la conducta y del bien obrar.» En la torre de Babel no se hablaba todavía tal lenguaje. El Padre Alesón pensó: «Si me dedico ahora a trabajos lingüísticos y hermenéuticos, no acabo nunca. Al grano.» Y dijo en voz alta... y tan alta: Pláceme, amigo mío. Ha hablado usted con singular elocuencia y persuasión. Ahora me explico que sus discursos conmuevan y arrastren a la audiencia.
Belarmino descabalgó su Clavileño y entregó al Padre Alesón un gran volumen, en cuarto mayor, aforrado en pergamino. Ya lo he leído. Me ha sido muy instrumental. Vaya, me alegro.
Palabra del Dia
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