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Actualizado: 18 de mayo de 2025
¡Ah! ¿Ha reventado del secreto vuestro tío? dijo Quevedo con intención. El cocinero del rey, por una casualidad, ha venido á parar á mis manos con un cofre, y en ese cofre... Pues me alegro ¡vive Dios! Alégrome de que sepáis... pero, en fin, ¿qué es lo que sabéis? Llevo conmigo mi partida de bautismo, unas escrituras, por las que el duque de Osuna me hace rico, y una carta de mi padre.
¿Le han dolido a usted algunas de las mías? Si la señora marquesa me lo permite, le responderé que sí. Pues me alegro; y si el dolor es tal que no puede resistirle sin el remedio que pretende y yo no le he de proporcionar, queda usted libre, desde este instante, de ponerse en situación más independiente y segura. ¿Me comprende usted?
Me alegro de saberlo dijo Marner, cuya agitación aumentaba ; pero el arrepentimiento no puede modificar lo que ha durado diez y seis años. Viniendo a decir ahora «yo soy su padre», no destruís los sentimientos de nuestros corazones. A mí es a quien ha llamado padre desde que pudo pronunciar esta palabra.
Encontrarle ahora, en la soledad de la calle, le alegró; se sentía tan oprimido por la angustia, que necesitaba el desahogo de una confidencia, y a nadie sino a él hubiese querido encontrar; se hubiera avergonzado de comunicar su desdichada situación a cualquiera de sus actuales amigos. Volvió Lagos la cabeza, reconoció a su antiguo compañero y le estrechó fuertemente la mano.
«Mi querido Pepe: Muy a despecho mío vine por aquí para no rebelarme contra los mandatos de mi señor padre; pero te declaro con franqueza que ahora me alegro en el alma de haber venido. Este lugar es lindísimo; los fértiles campos que le rodean hacen un paraíso de sus cercanías; y sus habitantes son amenos y regocijados. Yo aquí me divierto la mar.
Hermana Balî se alegró y procuró tranquilizarla, pero Julî no escuchaba y parecía que solo tenía prisa por llegar al convento. Ella se había arreglado, se había puesto sus mejores trajes y hasta parecía que estaba muy animada. Hablaba mucho aunque algo incoherente. Echaron á andar. Julî iba delante y se impacientaba porque su compañera se quedaba detrás.
Ha hecho usted muy mal en no... atreverse. Dejemos, pues, estos cumplimientos: yo me alegro mucho de verle a usted: ¿y cómo le va a usted...? Siéntese usted aquí en el sillón..., póngase usted el sombrero..., así...: ¿y qué me dice usted de nuestra hija? añadió sentándose en una vieja arca: es un prodigio...; a mí ha acabado por hacerme feliz, me ha regenerado... ¡qué niña, Dios mío, qué niña!
La de vuestro padre. Creo que mi padre hubiera tenido en estas circunstancias tan poco cuidado como yo. Créelo sin dificultad y me alegro de que os parezcáis á vuestro padre. Sólo por eso os había llamado: estaba cuidadoso por vos. Y decidme, ¿si no habéis dormido, tendrá la culpa doña Clara Soldevilla? ¡Cómo! ¡pues qué! ¿Sabéis...? Yo lo sé todo. Tenéis sin duda un diablo familiar.
Verás qué ricamente vas a estar. Hay en él unos señores monjes muy simpáticos que no hacen más que pensar en Dios y en las cosas divinas. ¡Cuánto me alegro de que hayas tomado esa determinación!
Me alegro mucho de que no viváis más en esta ciudad, padre. ¿El Patio de la Linterna es como esta calle? Mi querida hija dijo Silas sonriendo ; no es una calle ancha como ésta. Yo tampoco me sentí nunca a gusto en esta calle grande; pero me gustaba el Patio de la Linterna. Aquí me parece que están cambiadas todas las tiendas; no las reconozco, pero reconoceré la calle porque es la tercera.
Palabra del Dia
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