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Actualizado: 9 de junio de 2025


Inmediatamente se vieron rodeados por una porción de aldeanas conocidas de Laura en otro tiempo, quienes prorrumpieron en exclamaciones de sorpresa y placer, saludándola con muestras de un regocijo espontáneo, y prodigándola mil epítetos cariñosos de los que tanto abundan en la lengua rústica y primitiva de estas comarcas, tales como «botón de rosa, lucero, corazón de manteca, reitana y palomina sin hiel». Ninguna, sin embargo, se atrevía á llamarla de , ni á besarla, aunque buena gana se les pasaba á todas.

La cosa fué conmovedora: como organizada por los principales del partido.... Pero vámonos, que aquí molestamos hablando. Goicochea salió del templo huyendo de las miradas que le lanzaban dos aldeanas viejas arrodilladas ante la Virgen. En el porche de la iglesia continuó dando expansión á su entusiasmo. ¿Y ha visto usted cuántos milagros? ¿No le enternece eso?... dijo Aresti con gravedad.

No obstante, pronunció la revolución tres palabras áureas que a todas sacaron de quicio: «¡No más quintas!». Hasta las mismas aldeanas abrieron ansiosamente el corazón y el alma para beberse la dulce promesa. ¡Si la república fuese, como decían diariamente los periódicos favoritos del taller, la supresión del impuesto de sangre, vamos, merecía bien que una mujer se dejase hacer pedazos por ella!

Imagínole ausente, me veo aquí sola y tengo miedo y siento la soledad.... Luego no me estorba, luego su compañía me agrada. Petra, la misma Petra, me gusta aquí en el campo. Se viste como las aldeanas del país, canta con ellas en la quintana, se mete en la danza y toca la trompa con maestría.

Algunas aldeanas los acompañaron un buen trozo del camino, despidiéndolos á la salida del valle. Al entrar en la cañada, una brisa perezosa y blanda vino á acariciarles el rostro y las manos. Caminaban charlando y comiendo avellanas. Cuando la condesa tenía reunidos en la mano algunos cascos, los arrojaba riendo á la cara de su acompañante.

JOAQUÍN. Yo estoy seguro de usted y le garantizo que será admitida. Tengo un asunto para usted: un lavadero con unas aldeanas, desnudas hasta la cintura, golpeando la ropa. JOAQUÍN. Es un asunto eterno. Vendrá usted a hacer esto a mi casa.

De esta vez tenía en la garganta una pera de ahogo. No, señora; casada, no.... Ya sabe usted que... desgraciadamente... las aldeanas..., por aquí... no es común que guarden el mayor recato.... Debilidades humanas.

Pasaban las aldeanas auvernesas, vestidas de colores apagados, la esportilla de paja puesta sobre la blanca escofieta, conduciendo sus vacas, cuyos ubres henchidos de leche se columpiaban al andar, y que, posando una mirada triste en los transeúntes, solían pegar una huida de costado, un trote de diez segundos, tras de lo cual recobraban la resignación de su paso grave.

Y, diciendo esto, se adelantó a recebir a las tres aldeanas; y, apeándose del rucio, tuvo del cabestro al jumento de una de las tres labradoras, y, hincando ambas rodillas en el suelo, dijo: -Reina y princesa y duquesa de la hermosura, vuestra altivez y grandeza sea servida de recebir en su gracia y buen talente al cautivo caballero vuestro, que allí está hecho piedra mármol, todo turbado y sin pulsos de verse ante vuestra magnífica presencia.

La imagen modesta, la iglesia desmantelada y sin más adorno que algún rizado cirio y humildes flores aldeanas puestas en toscos cacharros de loza, todo excitaba en Julián tierna piedad, la efusión que le hacía tanto provecho, ablandándole y desentumeciéndole el espíritu.

Palabra del Dia

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